4 años después del ataque
María Camila Caicedo Hoyos, Comunicación Social y Periodismo
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¨Yo soy un fiel ejemplo de que la belleza se puede quemar, destruir, lo más importante es el amor propio”, dice Natalia Ponce de León. Este ha sido el camino de perdón que ha atravesado.
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Foto de: Cortesía de Natalia Ponce de León
Natalia Ponce de León, una mujer de 37 años cuya vida antes del 27 de marzo de 2014, era normal. Nació en una familia conformada por sus padres y tres hermanos, a lo largo de su vida se caracterizó por ser una mujer liberal, recursiva y soñadora. Una mujer amante de los viajes, amiguera y noviera. “No me gusta quedarme quieta, no me gusta la monotonía, porque me desespero, me deprimo”, asegura Ponce de León.
Natalia Ponce de León estudió dirección y producción de cine en El Politécnico Gran Colombiano. “Pase de estar detrás de cámaras a estar en frente de ellas”, afirmó Natalia.
Tras finalizar su carrera emprendió un viaje en el 2009 hacia Londres, buscando un mejor horizonte. Sin embargo, la relación con su familia la hizo regresar a su país natal, Colombia. Asegurá que su familia antes y ahora ha sido el motor de su vida.
Al regresar a Colombia jamás pensó lo que el destino le tenía preparado.
La tarde de aquel dìa del 2014, la vida de Ponce de León dio un giro de 180 grados.
El celador de su edificio, Waldo, llamó por el citófono, mencionó que su ex novio la estaba esperando.
Ella un poco sorprendida bajó y se encontró con Jonathan Vega, un hombre en aquel entonces de 33 años que marcaría por siempre su vida.
El joven encapuchado resultó no ser su ex novio, Bernardo Londoño, sino un antiguo vecino con el que no tenía relación alguna. En un abrir y cerrar de ojos, Vega lanzó ácido sulfúrico a su rostro.
“En ese momento todo era una nube negra, sentía que el demonio se había metido en mi alma”, asegura Ponce de León. La piel de su rostro, pecho y brazo derecho se iba cayendo, su ropa destrozada, el dolor cada vez más fuerte y lo más angustiante de todo, estaba perdiendo la vista.
Primero la mamá de ella, Julia Gutiérrez de Piñeres, la llevó al Hospital Reina Sofía, pero no la atendieron, la remitieron al pabellón de quemados del Hospital Simón Bolívar.
En el Simón Bolívar vivió los siguientes 6 meses de su vida.
El 34% del cuerpo de Natalia estaba afectado. “ Para el Dr. Jorge Luis Gaviria, mi cirujano, lo más importante de reconstruir era mi boca, sin embargo, mi más grande deseo era y es recuperar la forma de mis ojos rasgados” , agregó Natalia.
Pasados casi cuatro años, Ponce de León parece una mujer mayor: su rostro tiene arrugas, la piel luce tensa y acartonada a causa de un suceso que no le desea a absolutamente a nadie. Ni siquiera a su propio agresor. Al cual capturaron una semana después del ataque.
“Me libere perdonando a Jonathan Vega, obviamente al principio tenía mucha rabia, quería matar a ese tipo, tenia mucho odio, confusión con la vida y con Dios, pero decidí amarme y no dejarme vencer y quedarme como una víctima. Para lograr eso me empodere de mi vida, me perdone a mi misma y a Jonathan Vega” , asegura Natalia en un sofá de su casa al norte de Bogotá.
La decisión de Natalia de seguir adelante, someterse a 31 operaciones e incluso dejar que la fotografíen no fue fácil, muchas mujeres y hombres se quedan bajo las cenizas tras este tipo de agresiones.
Según el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, del primero de enero del 2016 hasta junio 30 del 2017, 75 personas han sido atacadas por agentes químicos. Las zonas con mayor cantidad de víctimas son: Bogotá, D.C, Medellín y Valle del Cauca.
Además, Carlos Eduardo Valdés, director del Instituto de Medicina Legal, asegura que a diferencia de lo que la gente piensa, las cifras demuestran que la mayoría de las víctimas son hombres. En el último semestre hubo 14 hombres y 12 mujeres víctimas de ataques con ácidos.
Ponce de León, decidió ver este suceso como una oportunidad. Tras pasar 6 meses de recuperación y fuertes operaciones, la más reciente la aplicación de injertos en la nariz. Ella decidió emprender un nuevo proyecto: La Fundación Natalia Ponce de León, con el objetivo de ayudar a personas víctimas que no tienen la misma suerte que ella. Según documentos de la fundación los efectos de los ataques con agentes químicos en los sobrevivientes son:
“Cadena perpetua (muerte en vida), disfuncionalidad del núcleo familiar, discriminación, hospitalizaciones y tratamientos médicas de por vida, los procesos jurídicos y de protección no les permite el restablecimiento de sus derechos, pérdida de empleo o imposibilidad de continuar con la actividad laboral de forma regular, imposibilidad de realizarse el tratamiento médico por tener que trabajar para subsistir, situación económica extremadamente precaria ”.
Natalia es como el ave fénix, un ave que se quema y renace de sus propias cenizas. Además, de esta ave, en la casa de Ponce de León hay infinidad de grullas, para muchos esto no puede simbolizar mucho, pero, la grulla en Japón es un ser místico que refleja, fortaleza, regalando esperanza, fidelidad y una particular belleza que inunda todos los paisajes de los que forma parte. Natalia Ponce de León es una grulla, elegante y transformada. Puede que ante el ojo humano no refleja belleza, sin embargo, es más valedero la belleza que lleva en su interior.
Apesar de que se considera afortunada, Ponce de León asegura que no todos los días son soleados para ella. “A veces estoy bien, a veces me rayo y me duele, pero, se que debo continuar”. Como parte de su rutina, en la mañana, se toma dos tazas de café y se ve en el espejo.
No es precisamente cualquier espejo, su tía al día siguiente de salir del hospital le regaló un espejo con aumento.
La madre de Ponce de León, Julia Gutiérrez de Piñeres, antes de que Natalia llegará a la casa empezó a pintar de color negro todos los espejos de su casa, sin embargo, Ponce de León no estuvo de acuerdo. Ella quiso continuar con su vida y a pesar de que hubiesen momentos difíciles, su deseo más grande era salir adelante.
En conjunto con el proyecto que ella tenía con su fundación, Natalia, iba tras un proyecto de ley que endurece los castigos contra quienes ataquen a otros con agentes químicos. La nueva ley establece penas de prisión de entre 30 y 50 años de cárcel para los que ataquen con ácido, y serán agravadas para los casos en los que las víctimas sean menores de edad o mujeres. Antes estos casos eran considerados como lesiones personales y la sanción máxima era de 10 años.
Cuando ella se enteró de este importante suceso fue cuando su madre recibió la llamada del representante Carlos Guevara para darles la noticia. “Fue una gran noticia, no pensé que sucediera tan rápido, sin embargo, hasta el momento siguen existiendo ataques y la ley no se ha implementado” dice Natalia.
Natalia Ponce de León tenía dos caminos quedarse como la víctima o salir adelante y hoy en día convertirse en una de las 100 mujeres más influyentes del mundo en el 2016, según la BBC de Londres. Una mujer que hoy en día es un símbolo de superación, con su perseverancia y valentía logró sobrepasar la adversidad y sacar de algo negativo un final totalmente diferente. Convirtiéndose en un ejemplo a seguir y un apoyo para todas esas víctimas que se quedan en el silencio y resguardadas en sus heridas. “Mujeres y hombres llegan a la fundación en busca de ayuda y guía para poder sobrepasar este tipo de ataques”, afirma Natalia.
Natalia ahora está muy ocupada. Viaja por todas partes del mundo ofreciendo su testimonio de vida y dejando una gran enseñanza a las nuevas generaciones que se caracterizan por ser personas narcisistas. En especial, para todas esas mujeres que se preocupan por su apariencia y no por lo que llevan dentro.
¨ Yo soy un fiel ejemplo de que la belleza se puede quemar, destruir, lo más importante es el amor propio”.