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Arte nómada

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Bianca Gelzo y Sara Salamanca

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En las manos de Isis y Samuel, la artesanía se convierte en un puente de resiliencia ante el desplazamiento en Colombia. El número de desplazados en el país es uno de los más altos de todo el mundo, sin embargo, entre la adversidad y el viaje, muchos desplazados encontraron su pasión.

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Wix Media

Las producciones tradicionales colombianas son, según la periodista de moda Lux Lancheros, un compendio de saberes, oficios y prácticas que se materializa en productos culturales que representan la cosmovisión, la visión y las costumbres de ciertas comunidades y grupos, sobre todo de ascendencia rural y étnica. Así, las manualidades son una forma que las personas encuentran para mantener vivas sus costumbres y herencia. De manera más reciente, tambén es el mecanismo con el que muchos han podido matizar las heridas que les ha dejado un país en conflicto.


Isis Delgado, de Pitalito, Huila, asegura que las artesanías la han salvado en el marco del narcotráfico, masacres paramilitares y pobreza. Su municipio, ubicado a una hora y media de Mocoa, la capital de Putumayo, con una superficie cubierta por un 57% de bosque, ha sido, desde el año 1978, una de las principales bases para la producción de cocaína en Colombia, y un paso casi obligado para la ruta de la droga, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.


Isis vivía en el barrio La Trinidad, en una casa llena de perros, gatos y cualquier animal que quisiera acercarse. Generalmente, estaba acompañada de su mamá, artista empírica. Su papá trabajaba y su hermano es un recuerdo que pesa en su memoria y corazón: era una niña, pero no olvida la imagen de él, asesinado, ante sus ojos. Después de la tragedia seguía saliendo a la Escuela Normal Superior a las 5:00 de la mañana, pero ya sin la compañía de su hermano, y cuenta que la institución educativa se fue quedando vacía. Niños y estudiantes abandonaron la educación para untarse de polvo blanco. Y con él, de la sangre y la violencia.


Así, los jóvenes mochileros que llegaban al parque de La Presentación se convirtieron en la única compañía para una Isis de 12 años. Ella había conectado con el arte manual a través de su mamá, pero fueron los viajeros quienes le dijeron que esta podía ser una forma de ganar dinero y, al mismo tiempo, viajar. Fue entonces cuando en uno de los recreos escolares, que ella pasaba junto a ellos, vendió su primera manilla, y recibió $300 pesos colombianos.


Isis decidió que intentaría subsistir de la artesanía. Un 13 de junio del 2001 tomó la cédula de su hermana, que tenía 18 años, y a pesar de que ella apenas tenía 12, se fue de su casa sin aviso. Se acercó a la terminal de flotas y desde ese momento su vida dependió únicamente de la artesanía: “No sentía miedo. Por el contrario, la inocencia de ser niña me ayudó a llegar donde estoy hoy”, asegura.

La primera parada de Isis fue Acevedo, al suroriente del Huila. El municipio estaba de fiesta, celebrando San Pedro. El camino entre ambos municipios era de 57 minutos, pero en esa ocasión resultó de 3 horas. Pero eso no la desanimó. Nada más llegar, vendió las 4 manillas que necesitaba para poder arrendar una habitación en un hostal. No tenía horario en su trabajo de artesana, manejaba sus tiempos sabiendo que le tenía que alcanzar para producir mercancía y vender. Tres días en Acevedo le bastaron para tomar otro bus hasta Cauca, y finalmente instalarse en Bogotá.


Ella llegaba en un momento en que la producción manual recibía más atención. Artesanías de Colombia, desde el año 2000, identificó a los artesanos como microempresarios dedicados al arte manual, y los apoya a través de iniciativas como Manofacto, que busca alternativas para dotar de materia prima a los artesanos y les ayuda a elevar la calidad de los productos.


De acuerdo con Juan Carlos Pacheco, asesor en Atención a la Población Víctima en Artesanías de Colombia, desde el 2006 la institución atiende población en situaciones vulnerables, entre ellas víctimas del desplazamiento forzado, madres cabeza de hogar y población carcelaria, entendiendo la vulnerabilidad como el resultado de la acumulación de desventajas y daños. Isis es una de ellas, y las artesanías fueron y han sido como la tabla de náufrago en medio de la adversidad.


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Colombia es uno de los países con más desplazados internos. Según la Comisión de la Verdad, se presentaron 752.964 víctimas de desplazamiento forzado entre 1985 y 2019. Los responsables del 12% de estos desplazamientos forzados fueron grupos militares y Antioquia es el departamento con más afectados, con un total de 1.480.956 desplazados.


En ese contexto, el caso de Samuel, quien pidió reserva de su identidad, es muy similar al de Isis. Este joven, con 17 años y unas monedas que su tío le había mandado desde Bogotá, huyó del contexto de violencia y paramilitarismo en San José de la Montaña, Antioquia.


Después de perder a sus padres víctimas de un asesinato, tomó el primer autobús hacia la capital, la cual concebía como la ciudad de las oportunidades. Para él, ese viaje representó un nuevo comienzo, un intento de sanar el dolor que aún persiste, marcado por la irreparable pérdida de su familia. Aquello sucedió hace 30 años, cuando los 3.300 habitantes del municipio de San José de la Montaña padecían bajo los paramilitares.


Samuel todavía recuerda las 10 horas en el adormecedor calor del bus que conectaba San José con Bogotá, que soportó en compañía de su hermano. Al cabo de unos días, consiguió trabajo como guardia de seguridad en la clínica Cardio Infantil. Después se interesó por desarrollarse profesionalmente y empezó su carrera en el área de la salud. Allí conoció a la que hoy en día es su esposa, también enfermera. Tras terminar sus estudios, ejerció durante varios años su profesión. Su rutina empezaba a las 6 en punto de la mañana cuando tomaba el transporte público hasta su trabajo. No obstante, sentía que su esfuerzo y profesión eran poco agradecidos. Por eso decidió retirarse de la clínica y probar suerte con la artesanía.


Comenzó a experimentar con alambres y, durante las noches, se dedicó a aprender a crear piezas pequeñas como anillos, collares, pulseras y objetos decorativos. Posteriormente, adornó estas creaciones con algunas piedras de colores y cuarzos, aumentando así su atractivo. Sin darse cuenta, descubrió una actividad que le brindaba felicidad, y gradualmente se entregó más a ella, llegando finalmente a establecerse en la plaza de Usaquén, el mismo lugar que Isis eligió para exhibir su talento.


Desde hace 10 años, Samuel se para en una concurrida esquina, justo al frente del parque de Usaquén, para exponer y vender su trabajo a todos aquellos que frecuentan el barrio. “Gracias por acercarse y pelar el diente”, suele decirles Samuel. “Todo es hecho 100% a mano con alambre y mucho, mucho corazón. Miren sin compromiso”.


Pero tanto Isis como Samuel explican que no todos los días son buenos. Es un trabajo independiente que depende del artesano, pero también del flujo de gente que visite la zona. Los fines de semana son los mejores para las ventas, porque las joyas son parte de la feria del Mercado de las pulgas de barrio. No obstante, explican que hay días en los que ganan los $300.000 pesos de todo el mes, mientras que hay meses en los que no llegan ni a los $50.000. Es puro rebusque y empeño, talento y supervivencia.


De acuerdo con la periodista Lux Lancheros, la inestabilidad económica de las ventas ambulantes supone que no sea un modo de vida sostenible, pues a pesar de que los artesanos, en muchos casos, han migrado desde las zonas rurales para llegar a Bogotá a buscar más oportunidades, los saberes y prácticas de este oficio se están perdiendo porque las nuevas generaciones ven en esto una forma de vida precarizada.


Aun así, lo más significativo de las artesanías colombianas es la historia y significado que tienen. Las técnicas utilizadas hacen parte de los saberes ancestrales que hay que cuidar mientras haya personas que todavía los conserven, como lo señala de manera constante la experta en moda Lux Lancheros.


Artesanías de Colombia desde el área de Atención a Población Víctima ha encontrado que la educación y formación es indispensable para potencializar el talento artesano y realmente volverlo un negocio. Según Juan Carlos Pacheco, asesor en Atención a la Población Víctima en Artesanías de Colombia, los artesanos están en capacidad de producir y exigir el costo que consideran que se merece su pieza que, además, contiene una parte de su historia.

El viaje de Isis y Samuel es muestra de ello, porque en cada pieza que producen está su lucha, su viaje, su pasado, su presente y su futuro, aunque este último siempre es incierto.


El porvenir de la producción de artesanías en Colombia se encuentra en un proceso de crecimiento y transformación. Organizaciones como Artesanías de Colombia trabajan en la promoción y articulación entre el sector y el mundo, aportando materiales, herramientas y conocimientos para mejorar la producción y la productividad.


“Por suepuesto que la comercialización es enriqecedora, pero para mi es fundamental que mi trabajo sea valorado y reconocido justamente”, concluye la artesana Isis Delgado.

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