Carta para la Educación Virtual, dueña de mi amor, cordura y odio
Pablo Castro Tirado, estudiante de Comunicación Audiovisual y Multimedios
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De forma metafórica, un estudiante se expresa sobre cómo ha vivido la educación virtual y plantea algunas ideas para mejorarla, en favor de la salud mental y de la formación de los estudiantes en Colombia.
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Estimada Educación Virtual, Eduvide mi corazón:
Cuando te conocí, al inicio de la pandemia, me deslumbraste no sólo con tus radiantes emojis, sino con la forma sencilla en que me enseñabas conceptos y prácticas útiles para mi vida profesional –como a ser siempre honesto ante la cámara, cual hija de Paloma Valencia–.
Sin embargo, el propósito de esta carta no es recordarte aquellos buenos tiempos. Te escribo para decirte, con dolor, que mi amor por ti se está muriendo. Seré honesto: siento que has desarrollado una obsesión casi maquiavélica con la continuación de los estudios académicos a toda costa, la cual impacta en mi salud mental y en la de mis queridos amigos universitarios. Es más, ni tú, ni tus padres –el Sr. y Sra. Zoom– ni tus tíos y tías –rectores y rectoras de universidades– han sido capaces de darte el espacio y el apoyo que te permitieran ser más amable con mi sensible corazón.
Mi vecina, Manuela Granada Guzmán (ya sabes, la reportera de Agencias de Noticias UPB), me hizo caer en cuenta de que yo, al igual que tus amigos universitarios, te conocimos de forma apresurada. Tú te apoderaste de mi vida personal y académica más rápidamente que Carrasquilla comprando una docena de Santa Reyes, generándome sensaciones de incertidumbre, inestabilidad y shock que se esparcieron como un virus en todos mis círculos sociales y, a la vez, en los círculos de mis círculos. Tú, con tus curvilíneos sensores de sonido y video, provocaste cambios abruptos –cual reforma sanitaria en la primera línea–, llevándome a mí, además de mis compañeros y conocidos, a un estado de crisis.
Lo más preocupante, mi amada Eduvi, es que tú eres para mí lo que es Duque para mi pueblo: un catalizador de ansiedad, desespero y depresión disfrazado de una luz naranja de esperanza e innovación. Mientras te escribo esta carta –más triste que Azcárate cuando se enteró de los 400 kilos–, llega a mi mente el recuerdo de cuando me presentaste a tus primos, los profesores universitarios. Recuerdo cómo para ellos fuiste la excusa perfecta para sobrecargarnos con trabajos adicionales, mostrando actitudes rígidas y evitando la colaboración virtual. Como consecuencia, según mi querido Federico Borges (que también es profesor de los Estudios de Humanidades y Filología de la UOC), se incrementaron las sensaciones de agotamiento y frustración entre nosotros, desmotivándonos de continuar los estudios y generándonos un fuerte sentimiento de rechazo hacia los profesores, las universidades, e incluso hacia ti, mi dulce Eduvi.
Es probable, mi querida, que, debido al retorno de las actividades presenciales y a las jornadas de vacunación actuales, te hagas la siguiente pregunta: ¿por qué seguirle prestando atención a los efectos que causo en la salud mental de los estudiantes universitarios si ya dentro de poco cesarán las clases virtuales y se olvidarán de mí?
Gracias a las recientes variantes del COVID-19 es probable que, en el corto plazo, Petro se compre otros Ferragamo y tú, mi venerada Eduvi, sigas presente en las instituciones educativas. Por esto debemos concentrarnos en entender cómo impactas emocionalmente a cualquier estudiante universitario, para que todos los que de verdad queremos amarte podamos desarrollar estrategias para tratar contigo y no perder la paciencia, la salud mental y hasta el interés total en nuestra relación, que es importante.
Como Federico Borges me comentó: “prevenir o reducir la frustración del estudiante en línea es de gran importancia, no solamente para él mismo, sino también, en gran medida, en beneficio del docente, de la institución y de la propia sociedad”.
Tal vez, mi hermosa Eduvi, si comenzáramos por crear canales de comunicación donde los estudiantes pudiéramos desahogarnos y expresar nuestras preocupaciones, angustias y sentimientos respecto a tu modelo educativo digital, los docentes y padres podrían empatizar con nosotros, y en ese diálogo, como en toda relación, podríamos adaptarnos mejor a tu presencia y tu forma digital de hacer las cosas, creando así una relación más saludable que la nuestra en la actualidad.
Si las universidades llegasen a comprender cómo tú, mi estimada Eduvi, te relacionas con el rendimiento académico, nuestra psicología y estados de ánimo, se enfocarían en encontrar herramientas o dinámicas para desarrollar un trabajo conjunto, efectivo y fructífero entre nosotros. Así, se fortalecerían las bases de una educación virtual de calidad teniendo en cuenta la salud mental de aquellos con los que te relacionas. Porque tú no eres fácil, y lo sabes. Tienes que ceder un poquito, querida.
Porque tú sabes que nuestra relación, mi preciosa Eduvi, no es la más estable actualmente. No te voy a mentir: desestabilizaste mi cabeza por un largo tiempo. Sin embargo, tengo la certeza de que podemos aprender del pasado para mejorar y consolidar nuestro nexo sin importar desde cuál plataforma estemos conectados.
Tú sabes que has sido la dueña de mi amor, cordura y odio, pero, a pesar de todo, creo que todavía existe un futuro para los dos donde nuestra relación no deteriore nuestras almas, sino que nos impulse a ser mejores. No sé qué pasará mañana entre tú y yo, pero tengo la esperanza de que encontraremos la manera de que esto funcione.
Tengo fe en que nuestra conexión, a diferencia de mi internet de Claro, no se volverá a caer.
Tengo fe.
XOXO,
Pablo Castro.
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