Desamparados en medio de la cuarentena
Daniela Cepeda A., Comunicación Social y Periodismo
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Esta pareja de adultos mayores que vive sola en Lejanías, un retirado municipio del departamento del Meta. Por no pertenecer a los niveles I o II del Sisbén, no pueden adquirir las ayudas del Gobierno.
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Foto: Daniela Cepeda
Son las diez de la noche, como es costumbre, Anadelia y Gustavo se sientan en la sala a ver su novela, pero al prender el televisor se ve una noticia de último minuto: el presidente Iván Duque anuncia que se está considerando alargar la cuarentena, debido a la crisis mundial del virus Covid-19.
En la madrugada, los sollozos de Anadelia rompen con el silencio de las planicies de Lejanías, un tranquilo municipio del Meta. Hace más de un mes que nadie los ha podido ir a visitar y el sentimiento de soledad es tan desesperante que le es imposible no romperse en llanto cada madrugada. Se les está acabando la comida y no tienen más dinero con qué comprarse un mercado decente.
El 6 de marzo se anunció el primer caso de coronavirus en Colombia y, desde ahí, diariamente, el Ministerio de Salud reporta más de 30 mil casos nuevos y cientos de muertes. La situación sanitaria del país es tan grave que a las personas de la tercera edad se les impuso una cuarentena obligatoria hasta el 31 de agosto, por ser la población más vulnerable.
Acorde con el diario El País, a medida que envejecemos, las respuestas del sistema inmunitario innato y el adaptativo, cambian. Lo que esto significa es que las personas mayores de 60 años no tienen las defensas suficientes para luchar contra este virus, adicionando el hecho de que muchos ya tienen enfermedades previas, por lo que están en gran peligro al exponerse a esta enfermedad.
Anadelia y Gustavo no son la excepción. “Yo tengo un problema de la tensión alta, una enfermedad crónica y también tengo problemas cardíacos. Mi esposo tiene las defensas bajas por el cáncer que tuvo hace poquito”, comenta la señora.
Dos bocas que alimentar
La pareja vive en una pequeña casa prefabricada en el municipio del Meta. Su terreno es de 100 metros de fondo por 15 metros de frente, pero el suelo es muy pedregoso, así que no pueden cultivar. Compraron 20 gallinas, aunque infortunadamente no han puesto huevos porque no tienen alimento para darles.
Su único sustento económico es el arriendo de una casa que tienen en Chía, sin embargo, con la crisis económica actual de Colombia, temen que el inquilino no les pueda pagar. “Por eso nos vinimos para acá, para poder arrendarla y que nos llegara un poco de plata, estamos con la incertidumbre de qué pasará”, menciona Anadelia.
Ellos mes a mes contaban con el poco dinero que les mandaban sus dos hijos, pero ahora no les han podido consignar. Néstor es el hijo mayor, trabaja en una empresa en Costa Rica en el sector de producción, pero con la crisis actual no ha podido seguir con sus labores. Con la cuarentena obligatoria, que rige en Colombia desde el 23 de marzo y se mantendrá en todo el mes de junio, su segundo hijo, Gustavo Adolfo, quien es socio de una empresa independiente de empaques biodegradables; ha tenido que parar por completo la producción.
“Por un lado, me siento tranquilo porque allá es más complicado que llegue el virus, pero a la vez me inquieta no poder estar ahí con ellos, que estén solos, que pasen necesidades y nosotros sin poder hacer nada”, afirma Gustavo Adolfo Restrepo.
Estas semanas ellos han sobrevivido porque hay gente de buen corazón que los ha ayudado. “Les mandamos algo de plata, ya que cuando hablé con ellos estaban muy preocupados porque no tenían qué comer, así que les consignamos 250 mil pesos, pero no lo recibieron todo porque el banco les descontó una parte”, comenta Carlos Cepeda, un viejo amigo.
Independientemente de eso, con ese poco dinero lograron comprar un mercado pequeño que ha sido con el que han sobrevivido. “No hemos aguantado hambre por la plata que nos mandó nuestro amigo, sino fuera por eso, no sé qué haríamos”, menciona Gustavo.
Ahora sin medicamentos
Anadelia mensualmente debe ir a Villavicencio a reclamar sus medicamentos, pero por la cuarentena no puede salir. El Ministerio de Salud, a través de un trabajo en conjunto con las EPS y los hospitales públicos anunciaron que llevarían los medicamentos a los hogares de los adultos mayores, pero en el caso de Anadelia y Gustavo no ha sido así.
“Nos dijeron que nos las iban a enviar y resulta que no he podido comunicarme con Audifarma, la entidad encargada de repartir esos medicamentos. Ni siquiera los teléfonos funcionan, no me contestan”, afirma Ana, con ese tono de desespero en su voz.
También cuenta que ya se le habían acabado los medicamentos y con un poco de efectivo que le mandó su hijo mejor pudo comprar el más importante, Losartán, para la tensión, pero le tocó la referencia más barata. El resto de los medicamentos como Metroprolol, Atorvastatina y Aspirineta no las pudo comprar por falta de dinero. La incertidumbre y la desesperación son dos sentimientos que no los han abandonado desde que comenzó la pandemia.
Sin ayudas del Gobierno
Desde el pasado 25 de marzo, el Gobierno anunció que los más de 1,7 millones de adultos mayores que se encuentran inscritos en el programa Colombia Mayor, estarán recibiendo un bono de 240 mil pesos para ayudas personales durante la cuarentena. Sin embargo, para los esposos Restrepo, esta ayuda no llegará. “Lo peor es que el Gobierno dice que ayudará a los adultos mayores, pero nada de eso nos cobija a nosotros”, comenta Gustavo Restrepo.
La razón por la cual el programa no los acogerá es porque uno de los requisitos es pertenecer a los niveles I y II del Sisbén y ellos no pueden porque son dueños de dos casas. Sin embargo, sí cumplen el requisito más importante: no tener ingresos suficientes para subsistir. “Ellos tienen un préstamo que sacaron para poder terminar de arreglar la casa, entonces con lo poco que les llega deben pagar la salud de ambos, el préstamo y hacer mercado”, afirma Carlos.
La soledad es peor que el virus
Acorde con Pablo Bagnati, médico neurólogo del servicio de Neurología Cognitiva del Fleni, quien fue entrevistado por el medio digital argentino Infobae, la generación que hoy transita la tercera edad puede desarrollar conductas de aislamiento que se amplían por el confinamiento obligatorio.
“Esto me ha afectado mucho emocionalmente, me preocupan mis hijos, nosotros acá lejos y ellos allá sin poder verlos. Dicen que es mejor quedarnos acá porque estamos más resguardados del virus, pero estamos muy solos y sin saber qué pasará mañana, si tendremos de comer”, menciona entre llantos Anadelia Plata, quien es a la que más duro le ha dado la soledad.
Siempre han sido solo ellos dos, pero antes solían visitarlos sus hermanos, sus sobrinos o ellos viajaban a la capital a visitar a sus hijos y a sus nietos. Ahora se encuentran completamente aislados, en un lugar alejado en donde no conocen a nadie.
“Estamos pendientes, todos los días los llamamos y les damos un mensaje de calma, que sientan que así estén lejos acá está su familia que está pendiente de ellos”, comenta Gustavo Adolfo, pero a veces las llamadas no son suficientes, nada se compara con sentir un abrazo de un hijo, que diga al oído que todo estará bien.
La pandemia del covid-19 ha conmocionado a toda la humanidad. Hay quienes están en la comodidad de sus casas, con sus familias, sin ninguna necesidad. Pero son muchos más lo que se sientan a comer sin saber si la próxima semana volverán a tener un plato de comida al frente o no saben cuándo volverán a ver a sus seres queridos. Es imposible que, en una situación como esta, las sensaciones de incertidumbre y miedo no invadan a las personas, más aún cuando están en el campo, en una pequeña casa. La soledad se vuelve su inseparable compañía.