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El extraño caso de Jhonatan Jiménez y el señor Aarsheim

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Luisa Fernanda Murillo Bocanegra, comunicación Social y Periodismo

Fecha:

La historia del joven colombiano que había sido robado en Bogotá y que 32 años después apareció en Noruega. Tiene dos nombres: Jhonatan Jiménez y John Erik Aarsheim. ¿Cuál de los dos es el real?

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Foto:
Bård Bøe / Bergens tidende

Se puede decir que todo ser humano tiene múltiples identidades. Pero lo que le ha ocurrido a Jhonatan Jiménez o John Erik Aarsheim es realmente un caso extraño además de trágico.


Probablemente hemos escuchado, visto o leído su historia: un niño de tres años que fue arrebatado de las manos de su madre en Bogotá, para ser dado en adopción de forma ilegal y llevado a Noruega. Ahora, después de más de tres décadas de los hechos, reapareció convertido en un hombre de 35 años, después de haber tenido una vida totalmente diferente con su familia adoptiva. Su familia biológica no podía creer el milagro de su reaparición.


¿Quién es Jhonatan Jiménez? O, mejor, ¿quién debió haber sido? Esa es una pregunta de difícil respuesta, hasta para él, pues Jiménez volvió a la vida hace un año. Realmente nunca podremos saber lo que hubiera sido de este joven colombiano si su destino no se hubiera roto violentamente: probablemente hubiera crecido en el seno de una familia promedio en el occidente de Bogotá, hubiera estudiado en la Universidad Nacional o alguna universidad de la Capital y quizás su inglés no sería tan fluido. Pero eso sí, hablaría con mucha seguridad el español y no hubiera tenido tantas dudas de su origen, que de alguna manera influyeron en su estado emocional. La manera como él lo expresa es reveladora: “tener aparentemente todo y aun así sentirse vacío”.


Pero el caso de todo esto, es que esa vida nunca sucedió. En pocas palabras; Jiménez no existe. Es un sueño frustrado, un recuerdo lejano y doloroso de una familia violentada por el flagelo de las adopciones ilegales.


El que de verdad ha existido es John Erik Aarsheim: un ciudadano noruego, que se convirtió en el motivo de felicidad de una familia escandinava que no podía tener más hijos. Ellos lo educaron con todas las comodidades. Creció en un pequeño pueblo, con sus padres y su hermana 7 años mayor que él. Aarsheim se destacó siempre por ser un niño muy inteligente y atento. Con tan solo dos semanas de estar en Noruega y con apenas tres años dominó el idioma e hizo amigos. A sus cinco fue aceptado en la escuela, donde se destacó por no presentar las dificultades que los otros niños adoptados sí presentaban, como problemas en concentrarse, adaptación o hacer amigos. Este niño fue todo lo contrario. Ser el mejor estudiante le dio muchas oportunidades, incluso ir un año adelantado de los otros niños de su edad, oferta que rechazó para poder estudiar junto con su mejor amigo.


Gozó de una buena educación y aprendió teatro que fue uno de sus hobbies favoritos en la escuela, donde también descubrió el gusto y atracción por el derecho, pues desarrolló una gran habilidad para hablar y discutir. A unos cuantos metros de su casa vivían sus abuelos y bisabuelos adoptivos, que le regalaron los mejores recuerdos de su infancia. Siempre estaba con ellos para disfrutar cada momento; se sentía cómodo por su afinidad con las personas grandes. Sus amigos lo consideraban un poco adulto, aunque fuera un niño, pues para él era más divertido gozar de una buena comida y una buena conversación con sus mejores amigos adultos que con sus amigos de la escuela. No obstante, confiesa que aun así también disfrutaba mucho estar con los chicos de su edad, aún más cuando se fue de casa a los 15 años para hacer el High School en Stryn, otra ciudad de Noruega. Estaba en un ambiente de solo jóvenes con los que podía tener conversaciones más profundas, cosas que nunca pudo hacer con su familia Noruega, pues en su cultura esto no es muy común, al igual que ser muy expresivos demostrando cariño.


Gracias a las posibilidades económicas que su familia tenía y su inteligencia, Aarsheim pudo ir a Londres para estudiar derecho de banca y finanzas. Tuvo la oportunidad de viajar a otros países y asistir a reuniones o fiestas con personas jóvenes que pensaban como él. Con todas estas experiencias conoció a mucha gente. Además, era un joven muy coqueto y tuvo muchos amores, pero también siguió siendo muy juicioso y estuvo muy enfocado en el trabajo, porque para él, estas cosas son más importantes que el amor: “La gente es muy enfocada en el amor, pero yo prefiero tranquilidad”.



Aparece Jiménez


Definitivamente Aarsheim fue un chico muy afortunado, que creció en el seno de una familia con beneficios y tuvo todo para salir adelante, conocer y disfrutar de la vida al máximo. Aparentemente ese niño noruego tenía una vida de ensueño. Pero las cosas no eran así: a pesar de tener todo, sentía que algo le faltaba y que esa forma de destacarse en una sociedad fría como la noruega tenía otra explicación. Aarsheim era diferente y sus genes lo manifestaban en cualquier ocasión. Era un niño que no encajaba: no era rubio ni de ojos azules, su personalidad era muy abierta y tenía mucha facilidad para hablar con extraños. Su naturaleza le daba para mirar a los ojos de otras personas, saludar amablemente o solo ser cariñoso y expresar sus sentimientos. Todas esas características y sus cualidades lo invadían de dudas.


Algo empezó a dar vueltas en su cabeza desde los 18 años y fue la pregunta sobre por qué lo abandonó su familia biológica. Crecer con la idea de que fue adoptado porque su familia lo abandonó en las calles de Colombia, no fue fácil y tener tantas dudas sin responder tampoco. Pero lo que era realmente complicado era sufrir de una inenarrable sensación: extrañar algo que nunca fue. Y aquí es cuando se empieza a escribir otra historia. Las dudas cada vez surgían más. Le molestaba no saber si quiera el porqué de tanta curiosidad sobre su origen. Esa era la peor parte.


A los 18 años, Aarsheim se cuestionó así mismo ¿Quién era realmente él? Y en busca de respuestas emprendió un viaje en el año 2015 con la poca información que tenía: “Que había sido adoptado en un orfanato de la ciudad de Ibagué”. Al llegar, este orfanato ya no existía y las respuestas a sus preguntas fueron nulas. Sin embargo, con la fe intacta y la idea de que era ibaguereño, hasta se compró la camiseta del deportes Tolima, conoció un poco más del país y se devolvió con el corazón vacío para seguir adelante con su vida noruega.


Tan difícil fue seguir viviendo con las dudas y la extrañeza, que lo volvió a intentar a sus 30 años, haciéndose una prueba de ADN. Pero de nuevo su incansable búsqueda por saber un poco más de sus orígenes fue un fracaso. Así que Aarsheim se rindió y siguió concentrado en su trabajo.


Como si no lo estuviera buscando, llegó por fin una señal de esperanza para la extraña sensación de dudas e inconformidad. El resultado de esa prueba de ADN fue la clave. Su información genética reveló algo más increíble: que posiblemente coincidía con alguien que podría ser un tío, un sobrino o un medio hermano en Colombia. Eso fue lo que le dijeron los expertos de la clínica que le habían tomado la muestra. En ese banco de información había alguien con ADN similar al suyo. Por fin había una esperanza para Aarsheim y, sin pensarlo dos veces, se comunicó con esta persona con la que tendría tanta afinidad genética.


Dos días después de esto, recibe un mensaje que da un giro inesperado a su vida. Se enteró de que nunca fue abandonado o rechazado por su familia biológica, si no que fue víctima de la trata de niños. Supo que se lo habían robado a su madre biológica y que nunca ella lo había abandonado. Así, el rompecabezas quedó armado: él era la razón por la que una familia colombiana se desveló durante tres décadas por no saber nada de su paradero, mientras que él vivía una vida soñada por muchos en Noruega, pero de la que él quería escapar en busca de respuestas.


Fue entonces cuando se reencontró con su hermano Juan, hijo de su madre biológica Ana Jiménez.


Entonces: ¿existió realmente Jhonatan Jiménez? ¡Claro que sí! En Colombia, en los corazones de su familia biológica. Allí siempre ocupó un lugar y Jiménez renació el 8 de enero de 2020, cuando recorrió de nuevo las calles de su barrio en el occidente de Bogotá,s obre una alfombra  roja y adornadas las calles con bombas y carteles de bienvenida. Jiménez volvió a vivir, conoció por fin a su familia y regresó a la casa de la que nunca tuvo que haber salido. Descubrió que con Jhonatan Jiménez encajaba, aunque era una persona nueva para él, al descubrirse como colombiano y latino entendió la causa de sus vacíos en Noruega.


Y entonces ha descubierto que es imposible ser uno solo y aunque ambos existieron en diferentes momentos, Aarsheim se encargó de darle vida a Jhonatan Jiménez, encontrándolo. Esa búsqueda terminó en una situación inverosímil: ahora él es dos personas; tiene dos facetas, dos familias, dos nacionalidades, dos culturas e incluso dos fechas de cumpleaños. “En Noruega me sentía demasiado colombiano y en Colombia me sentía demasiado noruego”.


Este colombo-noruego está muy orgulloso de sus raíces latinas, pero también recuerda con mucho cariño a su familia y su vida en Noruega. “Es algo bonito”, dice, ser dos personas a la vez, porque siempre se tiene algo que dar y que compartir con lo demás.


Jiménez se quedó en Colombia. A veces extraña al señor Aarsheim y por eso piensa ir a Noruega pronto, a trabajar y a visitar a su familia adoptiva. Su “doble” personalidad es, al final del día, una bendición.

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