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El final está a la orilla de la luz

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David Santiago Rojas Núñez, Comunicación Social y Periodismo

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Los habitantes de la capital nunca estuvieron preparados para este trágico desenlace.

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Ilustración cortesía: Ana Carolina Moreno

Justo ahí, antes de que se tenga una total claridad, aún en la penumbra, se esconde esta constelación de cuentos que ocultan la terrible e inevitable catástrofe que destruirá por completo a Bogotá. A la orilla de la luz es un libro escrito por Simón Vargas, en el que se contempla una visión totalmente extraña sobre la bella capital de Colombia. Las historias contadas aquí perfectamente le podrían suceder a cualquier bogotano de a pie, con personajes comunes y conectados entre sí, dejan al lector con la necesidad de buscar una relación con cada vuelta de página. Esta obra de realismo alterado hace una gran descripción de la ciudad, resaltando los valores típicos y representativos que hacen parte de la cultura rola. La particularidad de este ejemplar permite que el lector dé rienda suelta a su imaginación, intrigándose por saber de una vez por todas por qué ya es demasiado tarde.


Una de las tantas peculiaridades de este libro es su forma de lectura. La narración puede variar de manera que quizá se logre entender mejor lo que el autor quiso plasmar en cada página. La sucesión de hechos y acciones cambia dependiendo de cómo el lector decida descifrar dichos acontecimientos. Por esta razón, siguiendo la lógica de la mayoría de los libros, se puede hacer una lectura lineal, desde la primera hasta la última página. Haciendo lo anterior, quien lee se encontrará con el índice del libro que está enumerado de atrás hacia adelante. Se deduciría que el escritor con esto está dando una pequeña pista. De ahí que, el lector no necesite ser suficientemente observador para descubrir que la verdadera cuenta regresiva está descrita justo antes de cada cuento. Con esto, se tiene que los sucesos empiezan cincuenta y tres años atrás, pero lo realmente interesante comienza casi tres años antes y culmina un día antes de la hecatombe.

Con el paso de los cuentos, se puede apreciar que los personajes van repitiendo su aparición. Es interesante la forma en la que muchos de estos se conectan y se relacionan entre cada historia. Los relatos, al no seguir un estricto orden cronológico, permiten complementar hechos que pasaron anteriormente, y se puede esclarecer lo que pasó para no dejar vacíos argumentales. Es así como un taxista, aparentemente amable, acabe siendo buscado y aparece con frecuencia en los periódicos, o un viejo ajedrecista termina derrotado, por primera vez, por un niño que puede resultar siendo padre; incluso, cómo dos individuos pueden lamentar la pérdida de la misma persona de formas diferentes. Pero aún con estos casos, el sujeto más importante es La Mala Suerte, que siempre está asechado y riéndose de los siniestros por los que pasan ellos.

Este libro comparte algunos aspectos del realismo mágico. Si bien no se le puede comparar con obras de los Nobel en literatura García Márquez, Miguel Ángel Asturias o incluso Jorge Luis Borges, se vincula la manera en que hay disrupciones cronológicas; lo ficticio es lo cotidiano y difícilmente desmentido. Además, el ir saltando de cuento en cuento también sucede con Rayuela de Cortázar y El dios de las pequeñas cosas de Arundhati Roy, pues deja de lado el curso tradicional de las historias escritas y le da un toque más original.

Al “no se debe juzgar un libro por su portada” se le puede agregar, “tampoco por su autor”; en este caso particular, puesto que a este se le conoce por otras cuestiones musicales y, alejándose un poco de ellas, publica su primera obra. No son tan comunes los libros inspirados en Bogotá. Este la ilustra correctamente, y mientras se va leyendo, al mismo tiempo, se puede recrear lo que pasa. Leer este libro no resulta tan difícil, el escritor facilita un poco el trabajo, pues al final hace un resumen de la historia y da la explicación de lo que se estuvo esperando durante los trece cuentos; y como añadidura, el libro cierra con un “Glosario Tijeras” que reúne varias palabras, quizá desconocidas; esto para que los lectores que no sean de Colombia logren entender los modismos bogotanos.

A la orilla de la luz muestra elementos interesantes que captan rápidamente la atención del lector, tales como las ilustraciones de cada cuento, mientras las diferentes tipografías utilizadas lo hacen estéticamente atractivo. La narración contiene relatos singulares que se convierten en una historia general y esta mantiene a la expectativa hasta el último momento. Cualquier bogotano se puede sentir identificado con la representación que se le hace a la ciudad; así mismo, las costumbres rolas que están tan arraigadas se expresan fuertemente aquí.

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