Jenny de la Torre Córdoba, la voz de las minorías
María Alejandra Palacio Abuabara, Comunicación Social y Periodismo
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Mujer Cafam 2018, miembro de la red de mujeres afro Kambiri; fue presidenta durante 11 años de la Federación Africanos y Afrodescendientes de España.
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María Alejandra Palacio
Mujer colombo española de 58 años de edad, de estatura promedio, tez morena, y tersa, cejas gruesas y definidas, sonrisa grande, cabello negro, largo y con rizos. Jenny de la Torre Córdoba es una persona amable, dedicada, honesta, sencilla, no le interesan los lujos. Es una mujer temeraria, cuando es necesario defender sus ideales saca a relucir su lado fuerte.
Esposa de Antonio Ferrer, madre biológica de 4 y adoptiva de varios. Poeta, abogada, conferencista, doctora Summa Cum Laude en Perspectiva de Género en Ciencias Sociales; directora de proyecto en el río Munguidó, Chocó, que capacita mujeres en la zona.
Mujer Cafam 2018, miembro de la red de mujeres afro Kambiri; fue presidenta durante 11 años de la Federación Africanos y Afrodescendientes de España; actualmente líder de la Asociación de Mujeres del Mundo Anna Perenna; participó en el movimiento de la ley 70 de 1993, que es la base de la Dirección de Asuntos para comunidades negras; fue profesora de la Universidad Javeriana y también fue docente de la Universidad Complutense de Madrid.
El 7 de marzo, Día Internacional de la Mujer, fue su nombramiento como Mujer Cafam. Afirma que para ella ha sido el descubrimiento de una apuesta que verdaderamente tiene la intención de dar a conocer acciones que no son visibles para el mundo. “Agradezco y honro el premio. Verdaderamente me he enamorado de la estrategia Cafam, por la calidez de ellos con el premio, por el compromiso de hacer visible lo invisible”.
Dice ver el hecho de ser Mujer Cafam como una oportunidad, en la que se propone fortalecer procesos que se desarrollan en Anna Perenna, pues todos tienden a desarrollar la inclusión, a través del empoderamiento.
- ¿Por qué decide luchar por las comunidades afro?
-Yo no sé si decidí luchar por las comunidades negras, creo que se dio de una manera natural; yo no lo elegí, cuando me di cuenta eso era parte de mí.
No cree que su lucha por las comunidades negras se haya derivado del haber sido discriminada por su color de piel, ella nunca percibió la discriminación hasta que se hizo mayor. Sin embargo, recuerda que las mamás de algunas de sus amigas blancas con cabello rubio nunca la metieron en la corte de los quinceañeros por su color de piel.
Ser parte del grupo de danza de la Universidad Nacional estimuló su criterio y su estructura, hacia dónde tendría su mirada como activista. “No era un grupo de danza solo para bailar, nuestro maestro (chocoano) nos reunió para estimular nuestro criterio social, fue un grupo de danza para, a partir del cuerpo, crear ruptura de paradigmas, borrar estereotipos que relacionaran la pollera con los negros”.
De la Torre afirma que su espiritualidad la ha ayudado en muchas situaciones de la vida. Ella practica el Mahikari, que es el arte de transmitir luz. El libro Yo Visité a Ganimedes fue detonante para su vida espiritual, porque en este hablaban de experiencias reales de existencia de otras vidas fuera de la terrestre y experiencias de personas con seres de otros niveles de vida. Esto despertó en ella la necesidad de una espiritualidad activa.
“Tenía ocho años e iba a visitar a una amiga. Al hacerlo, escuchaba un piano que quebraba todos los sentidos, venía de una iglesia bautista y el hombre que tocaba el piano era tan divino como una aparición, un hombre negro, del Caribe, sanandresano, me marcó. Yo ahí comencé a convencer a mis abuelos que me dejaran venir a la iglesia y dijeron que sí, pero que debía ir con mi abuela. Yo no sé si ella iba por acompañarme a mí o porque le gustaba”. Jenny dice haber tenido muchas inquietudes y particulares visiones sobre la religión, muy sensible, muy intuitiva.
En ese entonces apareció un salto cuántico, la llegada de su madre biológica de Estados Unidos. Era una mujer que se había pulido espiritualmente, traía libros de maestros y Jenny los leía. En ese entonces, con tan solo ocho años de edad, De la Torre comenzó a meditar.
Ahí apareció el que, considera, es el mayor reto que le ha tocado enfrentar: encontrarse a sí misma, porque encontraba en ello dificultades para aceptarse y honrarse. “Tuve que pasar eso para desafiarme y lograr entrar a un lugar donde nadie puede entrar sino yo sola, un lugar que está dentro de mí”.
Luego de haberse encontrado a ella misma, expresa que descubrió que el ser mujer es un vuelo heroico, pues dice que las mujeres pasan por las mismas fases que pasan las mariposas para poder volar.