La colombiana que ganó oro en los Olímpicos de la Juventud
Mónica Marcela Mejía Parada, Comunicación Social y Periodismo
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Con 17 años, Gabriela Rueda ganó la primera medalla dorada para Colombia en los Juegos Olímpicos de la juventud 2018.
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Mónica Marcela Mejía Parada
En el segundo día de los Juegos Olímpicos que se celebran en Buenos Aires, Gabriela Rueda, bogotana y única representante femenina en patinaje de carreras, ganó la primera medalla en la historia del patinaje, con la victoria en la prueba semifinal. Con ello, cumplió lo que soñó días antes de su viaje a Argentina: “creo que vienen cosas muy grandes para mí, con la ayuda de Dios. Y lo que viene sería hacer un muy buen papel en los olímpicos en Buenos Aires y traer la medalla de oro para mi país”.
Cuando pronunció esas palabras, la oscuridad de la noche se rompía por los imponentes reflectores del velódromo, en donde un grupo de jóvenes, organizados en una fila que parece infinita, se disponía a rodar a máxima velocidad.
Entre los más de veinte patinadores, que visten uniformes de diversos colores, se encuentraba Gabriela Isabel Rueda Rueda. La patinadora, quien ha sido campeona mundial dos años consecutivos en Nankín, China y Heerde, Holanda, entrena todos los días allí, en una rutina que incluye montar bicicleta en las mañanas, gimnasio en las tardes y pista en las noches.
Todos llevan cascos, licras enterizas y patines profesionales de bota corta. Es imposible reconocerla mientras rueda. Sin embargo, se siente la adrenalina en el ambiente y es posible imaginar la sensación del viento golpeándoles el rostro.
Más que un juego de niños
La puerta de una casa ubicada al noroccidente de la capital colombiana conduce a unas estrechas escaleras de baldosa ocre, que desembocan en un segundo piso medianamente iluminado. Allí se encuentra la bogotana de 17 años, campeona en fondo de la Copa Europea y diez veces medalla de oro por Bogotá, en interligas 2016 y 2017. Está sentada en la sala de su hogar. Viste de manera despreocupada, con un suéter gris claro, una sudadera oscura y unas sandalias blancas, de una tira.
Cruza las piernas a la altura de las rodillas de una manera relajada y tiene una rueda de goma blanca con centro verde limón en la mano, que hace girar entorno a su dedo pulgar mientras habla.
Empezó en el patinaje a los nueve años. Solía salir a rodar en la calle al frente de su casa a manera de juego, y su mamá, Marta Isabel Rueda, vio en ello una oportunidad de apaciguar su exceso de energía. Inició en escuela, entrenando solamente sábados y domingos. “Ahí inició mi carrera deportiva, ya después, al pasar del tiempo, entrenaba entre semana. Y así fui subiendo mi nivel”.
Su rutina diaria está dedicada enteramente al deporte, su carrera, su profesión. “En el patinaje hacemos varios deportes. Es decir, para rendir en el patinaje debes hacer pesas, debes trotar y hacer ciclismo”. Sin embargo, el amor y pasión de nueve años rodando largas distancias no le permiten alejarse de la pista.
Hoy en día, gracias a su trayectoria deportiva, la cual suma aproximadamente 280 medallas entre oro, plata y bronce, ha recibido apoyo de entrenadores, patrocinadores y de su familia, que está conformada por sus cuatro hermanos, tres mayores y un pequeñín de siete años, su mamá y padrastro. “Toda mi familia es apasionada del patinaje, pero mi mamá es la número uno. Han estado conmigo en las buenas y en las malas y creo que es algo muy importante para un deportista”.
No obstante, su papá biológico reside en Ecuador, y es lejano al patinaje: “mi papá nunca me apoyó con el patinaje. Pero, me gustó que me acompañara al primer mundial, que supiera todo lo que su hija puede hacer, y así abra los ojos".
Como cualquiera de su edad
Se podría pensar que con una rutina de siete horas de entrenamiento diario y estar próxima a unos Olímpicos, la joven no tendría oportunidad de hacer más, pero no es así. “Soy una deportista de alto rendimiento, pero también soy como cualquier otra persona”. En su tiempo libre le gusta salir de compras, ir a la iglesia, bailar o comer con sus amigos y novio. Aunque recalca que el mundo del deporte la aleja de festejar, lo sigue haciendo, desde que no se acerque un campeonato, y no implique trasnochar mucho o consumir alcohol.
Ella define el “ser guerrera” como su mayor virtud. “Quiero cada día mejorar, cada día ser más grande. (…) En una prueba puedes ir muy mal, pero si en tu cabeza dices: “’Juepucha’, quiero ganar, quiero llegar”, es lo importante”.
Siu Daza, una amiga cercana que conoció rodando, destaca en ella su responsabilidad con el deporte: “es una persona muy fuerte, que no se deja vencer por nada. Puede ir muerta en un entrenamiento, pero no se queda. Lucha hasta el final”.
Simultáneamente, su hermano mayor, Anderson Rueda, afirma: “su talento, digo yo, es innato; pero soy testigo de su dedicación”. Sin embargo, ambos concuerdan en que el mal genio, y un temperamento fuerte, son rasgos de su carácter complicados de tratar.
El mundo del deporte tiene sus obstáculos personales también, afirma Rueda. “El deportista que es bueno da mucha envidia, y en el mundo del patinaje se viven muchos choques y chismes”. Pero, enfatiza en que, también hay personas que la admiran, como los niños chiquitos: “me dan mucha alegría, me piden fotos, me piden autógrafos. Eso es muy bonito y me gusta transmitirles lo bueno”.
Y es ineludible tener en cuenta que, por más que la deportista esté próxima a convertirse en la primera patinadora de carreras en participar en unos olímpicos de la juventud, esto no la aleja de ser una persona con méritos, problemas y defectos, como todos.
Alrededor del mundo
Con 16 años ya había viajado al continente europeo con la ayuda de sus patines. No obstante, mariposas en el estómago y un nudo en la garganta es la sensación más vivida al recordar su primer mundial, en el cual tuvo la oportunidad de correr mil y veinte mil metros en pista: “sentía muchos nervios. Ya los había sentido, pero en el mundial daba las cinco vueltas y seguía sintiendo lo mismo”. Aun así, fue en Nankín donde tuvo la oportunidad de ser, por primera vez, campeona del mundo.
La travesía no acaba allí, pero el éxito es agridulce y faltando un mes para presentarse a la selección colombiana de patinaje en 2018, sufrió una caída bastante ardua de afrontar.
Al caer perdió el conocimiento, y creyó dejar ir la ilusión. “En el hospital me dijeron que tenía que parar 25 días. Justo ese era el tiempo que restaba para el inicio del selectivo y yo no estaba dispuesta a parar”. Así, con raspadas por doquier, cortes de chasis en los dedos y dientes rotos, tomó la decisión de seguir adelante.
En 8 días estaba rodando de nuevo, el descanso, cuidados médicos y determinación es lo que necesitó. Asegura que esta caída le sirvió para acercarse más a Dios y dejar ir sentimientos perniciosos que tenía en el momento, para así poder dar su 100% en el selectivo. “Me sentí muy contenta de haber tenido una dificultad, haberme levantado de eso y hacerlo de la mejor manera. Yo creo que Dios me ha dado un talento muy grade y tengo que seguir aprovechándolo”.
Después de más de 40 horas de competencia para clasificar en la selección colombiana, Rueda quedó entre los afortunados atletas que representaron al país en el mundial de Holanda, 2018.
Haciendo historia
Un año atrás, el Comité Olímpico Internacional y la Federación Internacional de Patinaje reglamentaron el patinaje de carreras, por primera vez, para los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires, 2018.
“En Holanda fue muy diferente porque era donde se ganaba el cupo para los olímpicos de la juventud. Ese era el objetivo principal, estaba entre una compañera y yo. Jalé toda la prueba y rematé con ella, pero en la recta me quedé quieta y ella pasó, entonces le di la oportunidad de que ella fuera campeona del mundo en esa prueba”, afirma la patinadora, desbordando confianza.
Y así fue como la joven, de tez morena y contextura delgada, clasificó en el ranking al sumar 114 puntos, pautando el inicio de algo histórico en el patinaje colombiano. “Por puntajes, a nivel mundial, fui la primera que pasó. Y Colombia quedó de primera en la sumatoria de los olímpicos en la prueba del ómnium”, señala, sonriendo al hablar de la experiencia adportas.