La mujer detrás de la líder estudiantil
Sharon Dayan Cortés Martínez, Comunicación Social y Periodismo
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La vida de Jennifer Pedraza, líder estudiantil de la Universidad Nacional, ha estado llena de situaciones y casualidades que la han llevado a reflexionar y apostarle a un cambio para Colombia.
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Jennifer Pedraza, la líder estudiantil de la Universidad Nacional.
“Yo odio con todo mi ser andar con escoltas, porque pierdes toda la privacidad posible, todos los pensamientos que tienes, todo lo que dices”, resalta mientras hace un gesto de negación con las manos. Esta joven líder se ha ganado varios enemigos por su manera de pensar y decir las cosas sin tapujos. Jennifer Pedraza se ha convertido en los últimos años en la cara de las movilizaciones estudiantiles, ha hecho parte de las juventudes del Polo y hasta hace poco fue miembro de la Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles (ACREES). Tiene un discurso tan elocuente que ha logrado que hasta el senador Ernesto Macías intente silenciarla, pero Jennifer no es de esas personas que se deja callar fácilmente. Para ella, la vida es ser leal a sus causas y ayudar al colectivo.
Es una mujer muy ocupada, tanto así que cuando por fin concretamos nuestro encuentro estaba aprovechando el tiempo para comer. Ana María, una de sus amigas más cercanas, recalca que a veces Jennifer suele descuidar aspectos de su vida personal como el descanso para entregar su 100% a sus deberes. “Se dedica poco tiempo si considera que sus compromisos y responsabilidades así lo requieren y esto claramente afecta cosas de su vida como el sueño”. Sin embargo, para Pedraza la única manera en la que su vida funciona es cuando todo va a 200km/h. “Para mí nunca ha sido un lío organizar el tiempo, antes siento que si le bajo el ritmo a algo ya las cosas no funcionan bien, en mi vida todo tiene que ir rápido.
Cualquiera pensaría que una persona con un liderazgo estudiantil, que asume diferentes compromisos por trabajar en un partido político, ser maestra de la Universidad Nacional, adicionalmente, estudiar una maestría en ciencias económicas, viviría muy estresada, pero no es así. “Uno ve a Jennifer todo el tiempo corriendo en la universidad. Sin embargo es muy buena, siempre le queda tiempo para hacer todo”, manifiesta Jenner, un estudiante de la universidad Nacional que trabaja con ella.
Confrontando realidades
Jennifer Pedraza no siempre tuvo tantas obligaciones ni cargos. Ella creció en Bucaramanga con su familia, donde llevaba una vida normal. Un día entraron a su casa y robaron un dinero del trabajo de su padre que había sido destinado para una construcción. Él lo repuso de su bolsillo y tuvieron que irse a vivir a un barrio de personas con menos recursos económicos. A pesar de esto Jennifer continuaba estudiando en el colegio New Cambridge. “Yo creo que eso fue lo que más me marcó en la vida, porque se notaba la diferencia de estudiar en el colegio más gomelo y en donde vivía era otro mundo. Le empecé a pedir a mi papá que me cambiara de colegio, pues nosotros no teníamos el porqué seguir pagando esa pensión. Yo en ese colegio me sentía mal”, señala Jennifer. Desde muy pequeña empezó a demostrar que tenía un alto grado de conciencia. Después de que sucedió el robo y tuvieron que cambiar de estilo de vida, ella tuvo que madurar más rápido. Se le marcó un antes y un después.
“En once pasaron dos cosas importantes para mí: empezó la pelea por el páramo de Santurbán y en una marcha me devolví con una profe de sociales del colegio, ella fue la que me puso a leer sobre todos estos temas políticos y sociales del país. Me convencí y desconvencí de muchas cosas. Yo creía que el M-19 había sido lo máximo, pero la profe me abrió los ojos, fue muy duro para mí”, dice mientras se pone las manos en el pecho haciendo un gesto de negación, con una sonrisa de par en par en su cara. “Yo decía no, no. No es cierto lo que me dicen”.
Jennifer quería estudiar en la Universidad Industrial de Santander (UIS), pues para ella y sus compañeros era “lo más top”. Había estudiado un curso de inglés desde que tenía seis años en la UIS y estaba convencida de que estudiaría su pregrado ahí. Sin embargo, para su suerte, su mejor amigo, Marco, le nombró la Universidad Nacional de la cual ella “no tenía la menor idea”.
Con 15 años aplicó y pasó a la Nacional a la carrera de Ciencia Política y se mudó a la ciudad de Bogotá con su amigo. Cuando llegó a la capital la vida parecía empeñada en poner a Jennifer en caminos que le seguían cambiando su forma de pensar. “Me doy cuenta de que Jennifer se fue a vivir sola a los 15 años. Se enfrentó a circunstancias duras a su corta vida, las cuales integró mucho a su forma de ser. Ella aprendió a vivir sola”, afirma Saray, su hermana.
Una adolescente bumanguesa vino a parar en la fría capital, con calles de oscuras historias y realidades ignoradas. “Para mí fue muy impactante cuando pasé por la Caracas con 22; en Bucaramanga no hay un barrio así, tan expuesto. Lo que más me impresionó fue ver que la gente en el Transmilenio guardaba su celular y simplemente desde esa cuadra no miraban a la ventana”. Mientras dice esto, sus ojos cafés se abren de par en par y sus no tan pobladas cejas se van juntando porque frunce el ceño, detrás de sus semicirculares lentes; en su expresión se logra ver a la Jennifer de 15 años impresionada por la realidad de una zona de prostitución, drogas e indigencia.
Construyendo el camino de líder
Cuando empieza a contar sobre las personas que la acercaron a los ideales políticos de hoy en día, empieza a reírse acerca de ser “mamerta”. Tiene mucha gracia para expresarse, no solo por todos los movimientos de sus manos para darse a entender, sino también porque ¿qué persona con estos ideales políticos se ríe con tanta jovialidad de un término utilizado de manera tan despectiva? Así es Jennifer, cuando se habla con ella da la sensación de estar conversando con una amiga más.
Esboza una gran sonrisa con sus dientes derechos y se ríe de varias preguntas “existenciales” que se le formulan. Tiene dos mechones de cabello negro que le acompañan su frente, y un pirceing septum en su nariz pequeña. Sus ojos tienen unas ligeras ojeras que acompañan lo que, probablemente, es el peso de varias responsabilidades. Con esa expresión empieza a narrar cómo fue su inicio en la vida política y como líder estudiantil.
“Cuando iba en cuarto semestre se cayó un techo de la facultad a la que pertenecía y yo pensé: ¿qué más necesita uno para entender que hay que hacer algo? Eso fue un boom en mi cabeza para empezar a realizar activismo estudiantil”, aclaró Jennifer con gran fuerza en su voz. Después de cambiarse a la carrera de economía, empezó a realizar las labores propias de ser líder y en el 2018 se hizo conocida por muchos cuando el senador Ernesto Macías la silenció mientras ella explicaba las razones del paro estudiantil. Se convirtió en la cara de las manifestaciones y también en el blanco de amenazas de aquellas personas que no estaban de acuerdo con sus ideales de protesta. “A Jennifer le dicen vende paros, esposa de Timochenko, tibia y que por estar en un partido político su labor como líder estudiantil no es imparcial”, afirma Jenner mientras suspira.
Lluvia de amenazas
En mayo de 2019 llegó un CD a la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, en el cual amenazan a Jennifer con “meterle seis pepazos en la cabeza” por haber “vendido el paro y recibir dinero del gobierno”. Las personas cercanas a ella sintieron miedo por la vida de esa extrovertida y encantadora líder que tantas risas les había sacado. “Lo que más disfrutamos hacer con ella es sentarnos a hablar de cómo nos sentimos, reír. Ella es una persona que escucha mucho”, señala Ana María con agrado.
Para sus conocidos, Jennifer tiene gran carisma, fuerza y una lealtad acérrima a sus ideales y las causas en las que cree. Esto sonaría a una virtud. Sin embargo, a veces puede convertirse en un gran defecto.“Yo siento que para ella no es importante que la lucha afecte su vida mientras esta vaya bien”, dice Saray con un gesto de desacuerdo en su rostro. Cuando ella recibió esta amenaza, que no era la primera, lo que hizo fue tranquilizar a todos sus conocidos y no contarle a su familia. “Ella estaba muy tranquila, nos dijo que no nos preocupáramos y nos abrazamos”, recuerda Ana María. Los miembros de su equipo de trabajo empezaron a vivir pendientes “24/7” de Jennifer. “Nosotros empezamos a estar siempre pendientes de ella dentro de la universidad, mirando a todos lados a ver de dónde vendría el balazo”, dice Jenner con una expresión de paranoia en su rostro.
La Unidad Nacional de Protección (UNP) le asignó un esquema de seguridad a Jennifer, aunque esto le causa disgusto por tener que estar acompañada en cada momento, ella manifiesta: “a pesar de que no me gusta, me han tocado escoltas muy amables, dos son sindicalizados de la UNP y siempre les decía ‘hoy vamos a marchar’”, explica mientras se ríe.
Su humanidad
A Jennifer se le ve en la televisión muy seria y fuerte y, aunque no deja de serlo, detrás de esa líder hay una mujer sensible y cariñosa. “Ahora que estoy viviendo con ella, me gusta mucho porque descubrimos cosas positivas de la otra que no conocíamos y ella de la nada dice frases hermosas”, recuerda Saray, mientras se le salen unas lágrimas de sus ojos al recordar cómo es su hermana.
Aunque en el ámbito de asambleas estudiantiles Jennifer suele debatir con racionalidad y “poniéndose en los zapatos del otro para explicarle”, como dice Jenner, a veces en sus discusiones íntimas puede no ser así. “Cuando discute con gente de su círculo íntimo puede llegar a alzar la voz con un tono de superioridad que no me gusta y por eso trato de no discutir con ella”, afirma Saray.
Esos defectos y cualidades solo hacen a Jennifer más humana, pues sus conocidos concuerdan con que es una mujer leal, tal vez el rasgo más característico que señalan acerca de ella. “Es muy leal, no solo con las personas, tambien en las causas en las que cree”, explica Ana María. Es inteligente, carismática, amigable, extrovertida y muy “tesa”, como la describe Jenner en términos más coloquiales. “Ella es la única persona que yo conozco que te discute acerca de cómo haces las cosas cotidianas de la vida con el método científico”, asegura Saray con un gesto de admiración en su rostro.
“Yo siento que soy muy impulsiva y orgullosa, es algo en lo que debo trabajar”, sostiene Jennifer mientras mira un poco hacia el cielo, tal vez está tratando de encontrar la respuesta del porqué de sus actitudes. “Yo soy de las que si me peleo con un hombre no lo voy a buscar, es un poco infantil, lo sé”, reflexiona y hace silencio por unos segundos.
No importa cuántos defectos pueda tener Jennifer, para sus seguidores y las personas que trabajan con ella lo importante son los logros que ha obtenido en los procesos de debate con el presidente Iván Duque y los representantes estudiantiles. Sin embargo, sus detractores aseguran que es una “vende paros”.
Estas afirmaciones no la desaniman, pues ella asegura que “aunque yo tenía un plan de vida muy estructurado, si hoy me sale alguna propuesta para trabajar por el colectivo, aquí me quedo”, anuncia con una voz seria. Para ella la lucha no está en buscar un destino egoísta, sino en trabajar por las causas que afectan a las comunidades vulnerables del país, como aquellos jóvenes que no tienen los recursos económicos suficientes para costear una educación superior. Jennifer, con su fuerza y carisma, está dispuesta a dar “la pela” por todos ellos.