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Los agresores detrás del balón

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Paula Andrea Abreu Briceño, estudiante de Comunicación Social y Periodismo

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Mientras Mason Greenwood y Benjamin Mendy están a punto de desaparecer de la élite del fútbol, Sebastián Villa es coreado en plena Bombonera.

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“¡Escándalo! Mason Greenwood, en libertad bajo fianza, pero castigado por el fútbol”. Así titulaba ESPN Deportes en su canal de YouTube, hace tan solo unas semanas. ¡Bum! Qué ‘boroló’ y revuelo mundial que se ocasionó, en cuestión de segundos. ¿Cómo era posible que la joven estrella, de 20 años, del Manchester United, aquel que cada ocho días ponía a los hinchas de los ‘Diablos Rojos’ a delirar de entusiasmo, estaba siendo acusado de agresión física, verbal y sexual, por parte de su novia?


Auch. Tremendo golpe directo al estómago. Se cayó un “ídolo” que creyó que las caricias eran para el balón y las patadas para las mujeres. Pfff, ahora con cuál argumento colocaremos, casi que, de manera sagrada, la alarma cada ocho días para ver el deporte más seguido y amado.


Como si todo el contexto ya no fuera repugnante y perverso, las formas en las que los clubes han manejado estos casos también ejemplifican la diferencia sociocultural entre el “primer y el tercer mundo”. Y depende de dónde se lea esto, es ¡otro golpe directo al estómago!


Si están de este lado del mundo, es decir, del llamado tercer mundo, donde la justicia es una ilusión, donde la racionalidad no entra a las tribunas y donde se tatúan el escudo del equipo en el pecho, como sinónimo de devoción, sabrán que el boom en los casos de violencia de género no es por la rápida solución que se les dan, sino por las decisiones machistas y absurdas que los equipos toman.


Por ejemplo, el colombiano Sebastián Villa, quien hace parte de Boca Juniors, uno de los planteles más reconocidos de Argentina y del mundo, el 27 de abril de 2020 fue acusado por su exnovia, Daniela Cortés, de agresión física y violencia de género. ¿Y qué hizo el equipo? Le ofreció su cuerpo de abogados para llevar adelante el caso, frente a las autoridades argentinas.


Hasta el momento, aún no resuelve su situación judicial en Argentina y aún se decide si es o no culpable y el tipo de pena al que se enfrentaría. Pero calma, él sigue jugando, haciendo caños y gambetas, alentado a coro por la mayoría de la fanaticada ‘xeneize’ y mejor, con todos los patrocinios, como si nada sucediera…

¡Pero qué genio!


Maldito fanatismo que defiende este tipo de barbaridades.


No obstante, todo un contexto distinto se está dando para Mason Greenwood y para Benjamin Mendy. En el caso de Greenwood, el Manchester United, quien hasta hace unas semanas sentía orgullo de tenerlo en su prestigiosa plantilla, lo ha apartado del equipo y no podrá entrenar ni jugar, hasta que se esclarezcan los hechos. A su vez, Nike uno de sus patrocinadores, puso fin al contrato que tenía con él.


Ni hablar de Mendy, aquel que pasó de las mieles de ser campeón del mundo con Francia, en el 2018, y que llegó al Manchester City con un jugoso contrato, por fin supo qué fue estar tras las rejas y rechazado por todos, pues fue acusado, el 26 de agosto de 2021, por cuatro casos de violación, los cuales tomaron lugar entre los meses de octubre de 2020 y agosto de 2021. Como si fuera poco, al principio de este año, se conoció que el jugador ya no solo afronta las cuatro acusaciones de violación, sino que ahora son siete más una de agresión sexual.


Más que un golpe en el estómago, uno se queda con unas ganas tremendas de vomitar y de desprenderse de este fanatismo embriagador.


No se trata de que si el personaje es nuestro jugador favorito o si la mujer es culpable o no, porque claramente jamás lo es. Por el contrario, hay que unirnos, pedir por justicia y dejar de idealizar a todo aquel que tenga un balón en sus pies. Más aún, que tenga que pagar cualquiera, por más famoso que sea, porque si agreden a una, nos agreden a todas: Clarito y sencillo.

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