top of page

Los retratos de las sociedades europeas que convergen en Bogotá

pulzo.jpg

Gabriel Cavallo y Julián González

Fecha:

El cine del Este demuestra que los relatos humanos (y, también, de países en desventaja) unen continentes.

Lea también:
Los retratos de las sociedades europeas que convergen en Bogotá
Foto:
Envato Elements

Lo que hace maravilloso al cine es su capacidad de tocar desde la ficción las realidades de las personas. Cada una se ve representada a su manera en la pantalla grande, y transmite eso propio a otros lugares del mundo. Un espacio fundamental para que esa comunicación se logre es el festival,  que reúne puntos en común y amplía la oferta al desconocido.


A Bogotá, capital de un país, si se quiere, tropical, llegó el Festival Al Este, que trae producciones cinematográficas de la fría Europa oriental. Se presentan en la Cinemateca.


En su séptima edición, se busca plantear un puente entre Colombia con Suiza, Polonia, Kosovo, entre otros.


“Yo creo que tiene que aportar muchísimo, son países que tienen realidades muy parecidas a las nuestras”, dice Juan Pablo Franky, delegado para la sede de Colombia del Festival Al Este. “Seguimos buscando consolidar un espacio para compartir y disfrutar cada año de estas películas intrépidas para que desde las latitudes distantes podamos apreciar otras vidas que comparten dilemas existenciales con nosotros y se enfrentan a los mismos miedos e inquietudes”.


La cultura y la historia de Colombia poseen algunas similitudes con los países de Europa del este. Ambas regiones han sufrido conflictos y guerras debido a la colonización y las diferencias culturales. También están inmersas en un contexto de influencia de otras potencias, y han pasado por constantes transformaciones políticas y sociales.


Según Franky, la palabra que mejor une la cinematografía sudamericana y la del este de Europa es persistencia. “Realizar por séptima vez el Festival Al Este en Colombia es un acto de amor y persistencia: una persistencia con la que acompañamos los esfuerzos y las increíbles ganas que tienen las directoras y directores del este de Europa de narrar sus historias y filmar sus películas”, afirma.


De hecho, la realización de este festival representa un exigente esfuerzo. Luis Felipe Molano, escritor y poeta que ofició como maestro de ceremonias en el acto de apertura del festival, hizo énfasis en el trabajo conjunto de las embajadas de Suiza, Polonia, República Checa y Francia, además de la Asociación ACOA y Soda Films para hacer posibles las proyecciones.


El festival nació de la mente de David Duponchel, célebre cineasta e historiador francés, Lo inició en 2002 en su tierra natal. En 2009 se mudó a Perú, y con él se llevó al festival a Sudamérica. Lo ha extendido a Argentina desde 2014 y a Colombia desde 2018.


Ada Quintana, productora general del Festival Al Este en Perú, se complace de la labor que se ha hecho en su patria. “Ya hemos logrado realizar allá 15 ediciones del festival, que nos dan muchísima alegría, muchísimo orgullo y nos sentimos que somos como un pequeño músculo de esta locomotora del cine peruano, un cine libre, sin censura, que lamentablemente hoy está en riesgo”.


Quintana explica que en Perú iniciar con el festival resultó muy complicado, ya que es una nación muy invadida por el cine comercial. Hoy le preocupa que el congreso peruano pretenda derogar la Ley de Cine, que ha permitido el crecimiento de la creación del séptimo arte en su país.


“Desde aquí en Bogotá, una de las capitales del cine latinoamericano, les invoco apoyar el cine peruano que como el argentino se ve amenazado por su propio estado. Desde aquí les hago un llamado a rechazar toda forma de censura de nuestros cines que son nuestra memoria, nuestro sentir y nuestra identidad”, invitó Ada Quintana.


El apoyo al cine independiente comienza por el público, que es uno de sus principales soportes. “Siento que el festival es importante porque la curaduría muestra un tipo de cine distinto que normalmente no se suele programar. Es la oportunidad para ver películas en pantalla grande que no se van no van a estar en casi ningún otro lugar”, dice Laura Arias, crítica de cine que asistió a la inauguración del festival.


“El cine independiente es la esencia del cine”, afirma Juan Andrés Rodríguez, antropólogo y crítico de cine. “Es el cine que se hace con las uñas, ese que lucha para poder manifestar algo, para poder traer un pedazo del mundo a diferentes partes. Para mí el cine independiente es lo más valioso, porque nos permite expandir nuestras mentes, nos desafía, nos invita no sólo a ver el cine como un medio de escape y de entretenimiento comercial, sino también como una forma de expresión política y artística”.


El festival se inauguró con la película Blackbird, blackbird, blackberry, de la directora Elene Naveriani, que cuenta la historia de una mujer de 48 años que tras sufrir los abusos de su hermano y su padre por fin puede comenzar a vivir, aunque enfrentada a la vejez y la soledad.


La película funciona como un abrebocas de lo que nos encontraremos a lo largo del festival, con personajes llamativos, una historia fresca y el retrato de una cultura tan lejana como la de Georgia.


Con películas como esta, David Duponchel pretende abrir un poco a la sociedad, tal como expresó en las palabras que envió para la apertura del evento.


“En estos siete años el cine ha cambiado y evolucionado. Venimos de celebrar 15 años en el festival en Perú en donde pensamos que abriría vías de reflexión e intercambio en la sociedad. Pero nos damos cuenta de que aún no lo hemos logrado, el mundo se está cerrando sobre sí mismo y cada vez es más difícil oír las voces de la cultura. Me gustaría pensar que sigue siendo una acción de resistencia”, afirma.

bottom of page