No escribo solo para mujeres: Melba Escobar
Sofía Bayona, Comunicación Social y Periodismo.
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Melba Escobar, autora de la novela "La mujer que hablaba sola", habla sobre literatura, igualdad de género y violencia.
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La puerta de su apartamento es tan alta que intimida, contrasta bastante con su apariencia relajada cuando ella misma me abre la puerta en jean, medias y con una gran sonrisa. Me invita a seguir, me ofrece agua o café, y finalmente ambas nos sentamos en la sala, en el sofá más grande junto a un ventanal con vista a Bogotá. Nuestro diálogo comienza con su interés por la literatura, la pregunta obligada cuando se entrevista a un escritor.
- La verdad es que, en la casa de mi tía, siempre se reunían todas mis tías a contar historias. Todas eran solteronas, no trabajaban y lo que más les gustaba hacer era conversar. Yo crecí en ese ambiente y las historias se volvieron muy importantes para mí desde muy pequeña. Relaciono las historias con el afecto y el cariño y creo que de ahí viene mi pasión. Luego ya fue por los libros, me volví una buena lectora y creo que cuando uno es un buen lector muchas veces termina escribiendo.
Para Melba, lo importante no es ni el estilo ni el nombre ni la fama del libro. No se trata de un modelo a seguir sino de “la literatura que lo sacude a uno, que lo conmueve, que de cierta forma le rompe los esquemas de lo que tiene en la cabeza".
- En cuanto a estilo, yo creo que lo importante es encontrar una voz. En mis novelas siempre la voz ha sido muy importante, en especial en “La Mujer” “La Casa de la Belleza” y “La Mujer que Hablaba Sola”, sus dos últimas novelas, son narradas por las mujeres que las protagonizan.
"La Mujer”, como la llama ella, es un monólogo de una madre cuyo hijo es acusado de plantar una bomba en uno de los centros comerciales más reconocidos de Bogotá.
- Tengo un amigo que dice que uno se da cuenta cuando le chilla el violín. Yo creo que eso falta cuando uno lee algo que no le convence, que la voz no suena natural o creíble.
En sus libros es común ver expresiones que cualquier bogotano reconocería, palabras coloquiales, hasta groserías…
- Me gusta la sensación de cercanía, de intimidad. Siempre lo relaciono con mis tías y el afecto, y asimismo con lo femenino que para mí era el hogar, lo íntimo, lo interior. En cambio, los hombres eran los que se iban a trabajar, viajaban, lo público. Por eso es tan curioso que ahora yo haga entrevistas, viajes y demás cuando realmente lo que me interesa más es la intimidad.
Este es un rasgo que se asocia con la mujer más que con el hombre, sea para bien o para mal. “Sí, hemos estado limitadas a la intimidad – opina Melba – pero también tenemos esa facilidad de evocarla”.
- No es sino ver las conversaciones entre mujeres, son muy distintas a las que suele haber entre hombres. Nosotras no tenemos miedo a confesarnos y a reírnos de nosotras mismas. De eso se sorprenden los hombres que leen “La Casa”
“La Casa de la Belleza”, una novela en donde las historias de todo tipo de mujeres viviendo en Bogotá convergen en un salón de belleza. Una novela en donde los sentimientos exclusivamente femeninos son protagonistas, una que solo habría podido escribir una mujer que los conoce de primera mano.
- En tus novelas esa voz principal siempre es femenina. ¿Por qué? ¿Por qué contar las historias desde esta perspectiva?
- Para mí es lo más orgánico, pero creo que también es un tema de tomar la palabra. Si bien llevamos toda una vida leyendo y escuchando a los hombres, es hora de también hablar nosotras, de cómo se ven las cosas desde este cuerpo y esta piel y esta forma de ocupar el mundo. Ojalá cada vez más los hombres se abran a escucharnos y a leernos. Para muchos de mis lectores fue sorprendente todo lo que pasa en un salón de belleza, no podían creer los niveles de intimidad, los sufrimientos que pasamos para vernos bien.
- Históricamente, la literatura ha sido algo machista. Hay muy pocas escritoras famosas relativamente, y a las que hay se les critica por su “sentimentalismo”. ¿Qué opinas de eso?
Con esta pregunta, Melba se toma su tiempo para contestar, se acomoda en su sofá, sube los pies y se recuesta en los cojines. Se lleva la sección larga de su cabello detrás de la oreja como preparándose para una tarea compleja, que requiere su total concentración.
- Sin duda, la literatura ha sido, como casi todos los campos, terreno masculino. Yo me volví escritora porque leí muchos hombres durante mi adolescencia, en mi carrera. Pero las mujeres nos hemos visto muchas veces reflejadas en los roles de la mamá abnegada, la monja, la reina de belleza… Son unos modelos muy extremos y limitados y creo que necesitamos abrir el espectro y ver que las mujeres también tenemos este mundo de afuera al que podemos conquistar si queremos (Nada debería ser una impostura).
Luego de un suspiro, añade “a menudo tienen la percepción de que uno escribe para las mujeres. No, yo no escribo para las mujeres, así como no creo que Vargas Llosa solo escriba para los hombres”. En ese momento se relaja de nuevo, y con una risa muy sutil dice:
- Sin duda, muchas veces las mujeres también ejercemos el machismo.
También es un autoexamen de mirar cuales son esas prácticas en las que uno mismo está perpetuando un modelo que nos acaba desfavoreciendo.
- ¿Tú te has sentido alguna vez personalmente afectada por el machismo?
- No de manera grave, pero sí constantemente. Hay situaciones que son muy desagradables y que uno las vive también en condición de escritora.
De nuevo sus hombros se tensan y sus manos comienzan a moverse cada vez más para ilustrar su punto, aunque siempre riéndose de su propia rabia.
- Hace poco fui a un municipio del Valle del Cauca a dar una charla y el alcalde estaba ahí no sé por qué, tumbado en una silla comiendo papitas, en actitud muy desobligante, casi grosera. Subí con la moderadora y lo único que nos dijo fue “hola, mi amor”. Nos sentamos a dar la charla y yo no tuve ningún gesto hacia él. Estaba hablando precisamente de esto, y yo creo que le irritó mucho porque me quitó el micrófono a mitad de la charla y dijo que él ya había cumplido con haber ido a oírme, no se acordó de mi nombre, pero sí le alcanzó para decir que él también era escritor.
Melba suelta una carcajada muy contagiosa y a todo volumen, esta vez no la puede evitar, y hace gestos de incredulidad, imitando la pose altanera del alcalde.
- Empezó a hablar de sus libros que él se había auto publicado y a citar a otros autores hombres. Fue todo muy desagradable, luego se salió y se llevó a todo su gabinete. Aunque no es algo frecuente, yo vivo en un contexto mucho más tranquilo, ahí uno se da cuenta cuál es la realidad del país, y que realmente el grueso de las poblaciones vive con ese roce constante.
- Y la realidad del país también es algo muy frecuente en tus libros. ¿Por qué recurres a la novela negra para contar las historias de estas mujeres?
- Realmente fue casi que una casualidad. Yo tenía claro que quería hablar de mujeres en un salón de belleza, pero, cuando estaba escribiendo y ya no sabía cómo seguir, pensé: “bueno, va a tocar matar a alguien”. Pero la novela negra siempre ha servido para unir distintas clases sociales, y eso es lo que pasa en “La Casa de la Belleza”.
- ¿Y en cuanto al conflicto colombiano en específico?
- Siempre me ha interesado la frontera entre la ficción y el periodismo, y me parece que la literatura permite tejer verdades con diferentes capas de la realidad que uno no cree que podrían estar conectadas. En un país como Colombia, el ser estrato 5 o 6 no hace a Cecilia (De “La Mujer”) impermeable a la violencia. De todas maneras, hace parte de una sociedad violenta y machista y eso acaba de alguna manera metiéndose en su vida íntima.
- Tú utilizas hechos reales e históricos en tus novelas. Me imagino que debes hacer reportería. ¿Cómo es ese proceso?
- Sí, yo lo hago bastante. Para “La Casa de la Belleza” visité juzgados, medicina legal, leí necropsias…
De nuevo se ríe, pero esta vez de manera suave, divirtiéndose consigo misma y con su intimidad con esa facilidad que tenemos las mujeres, y dice:
- Además, era terrible porque yo estaba embarazada, entonces era muy chistoso porque me quedaba hasta las dos de la mañana leyendo necropsias con mi barriguita que era como…
Y extiende los brazos, recordando como se veía su estómago en esa época. “Para nada la mamá rosadita”. Luego vuelve a enderezarse en la silla y continúa:
- En “La mujer que hablaba sola” hay mucho de mí, de mis propias experiencias. Pero también hablé con las familias de los chicos del MRP (a quienes culparon por el atentado al Centro Comercial Andino en el 2016), para entender su discurso y su contexto. Me di cuenta de que lo que los mueve en parte es el efecto tribu, la sensación de pertenecer y de adrenalina que causa hacer ese tipo de cosas en combo. Ese elemento de rebeldía que llevamos todos en la época de la juventud.
- Y en este proceso, y por el hecho de ser tan acertada con los eventos reales, ¿alguna vez te ha pasado que alguien que sí lo haya vivido te reclame?
- Sí, con “La Mujer”. Fue bastante aburrido porque fueron chicos que no creo que se hayan leído la novela, sino que leyeron un par de notas de prensa. Me mandaron una carta larguísima que, confieso, no leí.
Lo último lo dice con un gesto de vergüenza, pero al mismo tiempo de apatía.
- Tenía como 25 páginas, y me la mandaron desde la Picota. Otros fueron a mi presentación en la Feria del Libro muy beligerantes y se pararon a gritarme cosas, que me estaba lucrando del dolor ajeno. La verdad es que yo no usé ni casos, ni nombres reales, y me cuidé de no hacerlo por la cuestión ética. Lo único que me interesaba era la atmósfera, la actitud en general. Pero hubo mucha agresividad, llegaron incluso a amenazarme por Twitter y alcanzaron a asustarme.
Melba vuelve a relajarse, sonríe y recuesta su cabeza en la almohada, estirando las piernas sobre el sofá. “Además, medio ridículo ¿no?, uno no se 'lucra' a punta de vender libros en Colombia”, dice lentamente y con los ojos cerrados.
- A mi me parece increíble que uno siempre acá tiene que estar rindiendo un montón de cuentas. Yo lo único que tengo es un genuino compromiso con la literatura y un dolor de país que compartimos muchos colombianos. No creo que sirva para ayudar a nadie, pero sí para elaborar otra comprensión de la realidad.
- ¿Es decir que tú piensas que por medio de los libros que escribes estás aportando a mejorar los problemas que criticas? ¿Sea la violencia o el machismo?
- Me encantaría que así fuera, no sé si eso ocurra. Pero lo que sí creo que hacen las artes en general es permitirnos hacernos preguntas y llegar a lugares de comprensión que se salen de las verdades absolutas. Creo que nos falta un poco más de apertura para ponernos en los zapatos de otros, y para eso sí sirve la literatura.