top of page

Presión de oro

pulzo.jpg

Ana María Gómez Ruano, estudiante de Comunicación Social y Periodismo

Fecha:

La disciplina de los deportistas rusos los ha posicionado como competidores vigorosos. En la batalla por estar bajo el reflector y recibir una ovación, son capaces de llegar a las últimas instancias para conseguirlo.

Lea también:
Presión de oro
Foto:

El caso de dopaje en la patinadora rusa de quince años, Kamila Valieva, ha despertado críticas en el mundo deportivo. La indignación no se hizo esperar. La opinión pública pedía que se le desclasificara por someterse a esta deshonesta práctica. Los medios se convirtieron en jueces. Señalaron a la entrenadora por permitir (y se le acusó de patrocinar) que una niña fuera expuesta a sustancias químicas. Cuestionaron al Comité Olímpico por no ejercer sanciones estrictas. Criticaron a la patinadora por doparse a tan corta edad; pero, ¿por qué condenan esto como un hecho aislado en vez de analizar el problema de raíz?


Rusia, históricamente, no ha sido una competidora justa. En los Juegos Olímpicos de Invierno, Sochi 2014, la emisora alemana ARD emitió el documental “Dossier secreto dopaje: cómo fabrica Rusia a sus campeones”, donde denunció el proceso sistemático de los atletas de este país y el encubrimiento de las autoridades a los controles. Tras las acusaciones, la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) inició una investigación en 2015, y en noviembre de ese año, se la acusó como culpable.


En 2016, el exdirector del Centro Antidopaje de Moscú, Gregory Rodchenkov, quien había huido a Nueva York con copias del disco duro del ordenador central del laboratorio, reveló al 'New York Times' que 15 medallistas rusos estaban dopados y que el Comité para la Seguridad del Estado Ruso colaboró con ellos cambiando los análisis de los deportistas. Esto planteó un hecho sin precedentes: el gobierno promovía a que sus propios ciudadanos quebrantaran políticas internacionales con propósito de cumplir las expectativas que ellos mismos imponían.


Los datos marcaban como sospechosas 578 muestras de orina de 298 deportistas diferentes. Para validar si los resultados eran positivos, se le pidió al laboratorio la documentación informática que acompañaba cada análisis, y que pudiera señalar presencia de sustancias prohibidas.


En consecuencia, al año siguiente, se sancionó al Comité Olímpico Ruso. Sin embargo, se estableció que los deportistas que no hubieran estado involucrados y salieran negativos a la prueba de doping podían competir en Pyeongchang 2018 bajo una bandera neutral.   
 
Debido a las investigaciones, la AMA viajó a la capital rusa en el otoño de 2018 y en enero de 2019, encontraron 2.262 muestras de orina como materia prima de investigación. Cuando comenzaron a analizarlos, comprobaron la existencia de manipulaciones informáticas para intentar borrar datos: se cambiaron fechas e introdujeron pruebas falsas, lo que impidió comprobar los casos sospechosos de dopaje.


Esto ratificó cómo al país no le importaba saltarse las normas y pasar por encima del bienestar de sus atletas para garantizar el éxito. Este comportamiento de Rusia, una de las naciones más importantes deportiva y socialmente, solo puede ser descrito como vergonzoso y decepcionante, y reafirma la idea de que esta federación no puede ser considerada como un "ejemplo a seguir".


Ante este escándalo, en diciembre de 2019, la AMA puso una fuerte sanción contra el país, dejándolo fuera de todas las competiciones internacionales durante cuatro años. En este mismo período, los dirigentes rusos tampoco podrían formar parte de ningún órgano directivo del deporte mundial, ni acoger la organización de campeonatos mundiales deportivos.


Fue así como los Juegos de Tokio 2020, y posteriormente los de Beijing 2022, fueron inusuales. No solo por el aplazamiento de las justas deportivas, sino porque estos se convirtieron en los primeros juegos de verano, desde 1984, cuando se produjo un boicot soviético, en los que no estuvo presente Rusia, al menos de forma oficial.


Los atletas no portaron su bandera nacional, sino una blanca con una antorcha con los colores rusos. El himno Patrioticheskaya Pesnya fue reemplazado por el concierto para piano N. °1 de Tchaikovsky. Varios deportistas expresaron su descontento con la medida pues consideraban que afecta su sentimiento de patriotismo porque no sentían la misma emoción al representar a su país, incluso si este era deshonesto.


Más allá de discutir si la patinadora de 15 años empleó el dopaje para mejorar su rendimiento físico, el foco debería recaer en la presión que ejercen tanto el Comité Olímpico Ruso, como el Kremlin en los atletas. Observamos cómo esta historia se repite. Si bien se esperaba que la penalización redujera los casos, o al menos hiciera que Rusia reflexionara sobre ellos, vemos cómo esta práctica sistemática continúa, y parece que aún nos acompañará por varios años.


Mientras la polémica participación de Kamila Valieva ha llegado a su final, la presión de obtener el primer lugar continuará ¿Hasta cuándo seguirá esta guerra para demostrar la superioridad?, ¿cuál es el límite entre exigirles a los deportistas y tratarlos como máquinas?, ¿cuándo entenderán los rusos que, en vez de posicionarse como poderosos y respetables, se exponen como tramposos e incapaces de ganar por sí mismos? El deseo de ganar, en vez de situarlos en lo más alto, les está costando su credibilidad.

bottom of page