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Restablecer la cátedra autónoma de historia, una tarea urgente

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Laura Antonia Zambrano Ospina

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En el 2017 se expidió una ley para reforzar el estudio de la historia de Colombia en la educación básica y media, e incluso se creó una comisión de expertos que ya ha hecho recomendaciones que servirían para que dicho mandato se cumpla. Pero, hasta la fecha, la implementación no avanza, al tiempo que subsisten muchas dudas y vacíos acerca de cómo se debería dictar esa asignatura.

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Foto tomada de Envato Elements

Restablecer la enseñanza de la historia en una cátedra independiente en los colegios encuentra justificación no solo en el desarrollo de la ley aludida, sino para fortalecer en la juventud el sentimiento de identidad nacional, solidaridad y compromiso con nuestra nación.


En un país en el que tantos sucesos deben contarse, analizarse y entenderse, en el que hoy más que nunca niños y jóvenes requieren referentes para forjar identidad y afianzar la convivencia, la urgencia de cumplir con esta tarea es manifiesta. Por tanto, se necesita reflexionar sobre los antecedentes de la ley, los desarrollos que se le han dado y las circunstancias que han impedido que esta se cumpla, pero sobre todo analizar las razones que deben llevar a optar por una cátedra autónoma en la que, con toda su complejidad y las herramientas más adecuadas y modernas, los jóvenes podamos aproximarnos a esta disciplina. Y a otras verdades, la historia a veces la cuentan quienes la ganan o quienes la escriben a partir de su conveniencia.


Cabe entonces recordar lo que ha ocurrido en los últimos años: en 1984, en el gobierno de Belisario Betancur se decidió suprimir la cátedra autónoma de historia. Más tarde, en 1994, en el periodo de César Gaviria se volvió a integrar el estudio de la historia de Colombia, pero como simple componente del área de ciencias sociales. Con la Ley 1874 de 2017 se planteó finalmente un cambio en el sentido correcto, pues se tenía presente el reconocimiento de la diversidad étnica cultural de la nación, desarrollar el pensamiento crítico a través de la comprensión de los procesos históricos y sociales de nuestro país, en el contexto americano y mundial, y promover la formación de una memoria histórica que contribuya a la reconciliación y la paz.


Como se recordó en el informe de la Comisión Asesora para la Enseñanza de la Historia de Colombia (CAEHC), publicado en 2022, “se requiere mirar más allá de la superación del conflicto armado, y “avanzar hacia la formación de ciudadanías críticas y deliberativas que cuestionen su pasado, para así forjar su presente y su futuro”.


Contar con una cátedra específica de historia no es un asunto irrelevante ni un capricho, pues, como lo explicó la referida Comisión Asesora, “pensar históricamente no es una capacidad que se da de manera natural con el desarrollo biológico y psicológico, ni se puede dejar en manos del sentido común, sino que debido a su naturaleza requiere ser formada a partir de conocimientos sustantivos y reflexiones estratégicas sobre las sociedades en el tiempo”.


No podemos mantener esa situación. Seguir demorando el verdadero fortalecimiento del estudio de la historia en los colegios no tiene justificación. Es imperativo hacer escuchar la voz de los jóvenes que queremos sentirnos partícipes y actores del futuro de nuestra nación, entendiendo su pasado con todas sus luces y sombras, y contando con herramientas que nos permitan comprender la riqueza y complejidad de los acontecimientos que la han marcado.

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