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Una vida conquistando el cielo

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Valentina Aguilera Páez, estudiante de Comunicación Social y Periodismo

Fecha:

Rubén Darío Sandoval Orjuela, piloto retirado de la Fuerza Aérea Colombiana, partícipe en misiones en Afganistán, y piloto comercial en Trabajos Aéreos Especiales.

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Foto:
Valentina Aguilera Páez

Rubén Darío Sandoval en Afganistán, trabajando con la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad.

Un piloto apasionado por los riesgos, por la literatura de ciencia ficción y por el jazz: él es Rubén Darío Sandoval. Un hombre de 65 años, de los cuales lleva 48 siendo piloto. Es alegre, curioso y audaz. Sabe cómo superar los ratos amargos de la vida causados por su principal amor: la aviación. Su familia es el pilar su vida: vive pendiente de sus familiares y está en completa disposición de apoyarlos y ayudarlos cuando ellos lo necesitan; tanto así que su sobrina, como el resto de su familia, lo considera “una pieza súper clave” entre ellos.


Su interés y acercamiento a los aviones y helicópteros inició porque un vecino suyo era administrador del, en ese entonces, Aeropuerto Regional Perales en Ibagué, ciudad donde nació y creció. Lo llevó a conocer la majestuosidad de una aeronave volando, el ruido de los motores y los controles que parecían un laberinto sin salida. Además, su hermano mayor fue piloto; ello lo motivó a seguir sus pasos para poner en marcha las hélices de su destino.


Es consciente de que su determinación lo ha llevado muy lejos y muy alto, pero su impaciencia y su afán por dejar todo listo puede ser un freno en su camino. Su sobrina, Diana Quintero Sandoval, cuenta que “la mayor virtud de Rubén es la forma en que le llega a la gente, cómo comparte su sabiduría y sus experiencias con esa alegría y cercanía de llenarlo a uno de conocimiento”.


Dentro de su amplia experiencia en la Fuerza Aérea, tuvo el honor de ser uno de los pilotos presidenciales de Julio César Turbay; y de acompañar al expresidente Álvaro Uribe Vélez en su campaña al Senado en 2019. Posteriormente, ante un glorioso, gratificante e inesperado momento, recibió la invitación a ser parte de la Aviación del Ejército Nacional de Colombia como piloto retirado de la Fuerza Aérea. Allí, se convirtió en un mentor para las nuevas tripulaciones de los helicópteros rusos MI-8 y MI-17, los más grandes que hay en el ámbito comercial y militar en Colombia.


Cuando organizaciones al margen de la ley -como la extinta guerrilla de las FARC- se tomaron pueblos con el fin de intimidar a los civiles, Rubén dirigió y llevó a cabo misiones de acompañamiento humanitario con la Fuerza Aérea en dichos territorios marginados por la severidad de los ataques de los violentos. Su retiro de la Fuerza Aérea se produjo en un momento muy complejo para el país, pues la violencia no solo se encontraba en las zonas rurales, sino también en las principales ciudades.


“Constantemente fui hostigado por las guerrillas en donde, en algunas oportunidades, me impactaron en las aeronaves. En los preámbulos de la Operación Casa Verde –ataque militar fallido del Ejército Nacional de Colombia contra la extinta guerrilla de las FARC-EP el 9 de diciembre de 1990- casi nos derriban. Allí fue asesinado uno de los miembros de las Fuerzas Especiales a quien le hice el desembarque”, relató Rubén cuando le pregunté si había recibido amenazas ejerciendo su labor.


Trabajó en Afganistán con la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF por sus siglas en inglés) desde 2010 hasta 2014. Allí, con una compañía colombiana, apoyó las bases militares tanto del ejército de Estados Unidos como de los demás países de la OTAN. El hecho de pensar en los retos que enfrentaría en dicho territorio fue lo que le impulsó a volar en una zona desértica, donde la temperatura pasaba fácilmente de los 50 a los -24 grados en pocos meses.


Hablé con Carlos Valencia, quien también es piloto comercial de helicópteros y ha compartido con el ‘capitán Sandoval’ varias experiencias en la aviación -una de ellas fue en Afganistán-. Carlos narró uno de los momentos más difíciles que vivió Rubén en la base de operaciones avanzadas de Shank: “Mis compañeros y yo lo estuvimos buscando porque nos enteramos de que la base en la que él estaba había sido bombardeada y nos preocupamos. Su copiloto y su ingeniero de vuelo entraron en pánico; y Rubén, afortunadamente por su edad, su madurez y su fuerte tono de voz, los calmó”.


Cuando se habla de trabajo, Rubén se muestra muy serio y comprometido con su labor. Su expresión cambia; su mirada lo hace ver más vivo que nunca: sus ojos brillan, pero su característica sonrisa desaparece. Detrás de esa faceta sobria y mesurada, hay un corazón que destaca por su valor humano. Rubén procura aportar su ‘granito de arena’ cada vez que realiza una misión humanitaria –antes enfrentándose a los violentos; ahora llevando alimentos o atendiendo desastres naturales-.


Por esta razón, Rubén dice que “de las cosas más bonitas de la aviación es que uno puede estar desde con el presidente hasta con el campesino que fue secuestrado”. Le habría gustado ser médico, pero sabe que ese no es el único camino para ayudar a las personas. Desde la medicina de aviación -una asignatura que estudia debido a que posee una licencia que lo habilita como instructor en actuación humana- puede analizar los factores que perjudican al ser humano al desempeñarse como aviador: enfermedades, riesgos y prevención de accidentes.


Ahora es piloto comercial y desarrolla Trabajos Aéreos Especiales tales como: ambulancia, búsqueda y rescate, trabajos de carga externa y apoyo a la infraestructura energética, aerofotografía y cinematografía. Está asesorando al equipo de producción de la película Freelance, que está siendo grabada en Colombia con pilotos nacionales y que es protagonizada por John Cena. ¿Quién pensaría que un expiloto de la Fuerza Aérea podría llegar a participar en una producción de cine? Logró combinar su pasión por la pantalla gigante con su trabajo; una vez más, gracias a su amplia experiencia y determinación.


En definitiva, para Rubén la vida se resume en la siguiente frase: “Vive el presente, el pasado ya no existe y el futuro ni siquiera se ha hecho realidad”. Se interesa por gozar cada segundo de su vida al máximo, disfrutándolo como si fuera a subirse por primera vez a un helicóptero o como si fuera a besar por última vez a su esposa, Marisol Páez, a quien conoció -curiosamente- en el medio de la aviación. Ella trabajó como agente de tráfico en Avianca y comparte el mismo gusto con Rubén por atravesar esponjosas nubes blancas en aeronaves. Han volado juntos y entienden a la perfección que se necesita de mucha valentía para enfrentar situaciones inesperadas como la muerte.

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