Más allá de unirse a la ola que avanza por América Latina, la victoria de Lula en Brasil significa un refuerzo para la defensa de la democracia en la región, amenazada por líderes populistas que no respetan sus valores.
“Usted ha mentido 6.498 veces”, acusó Lula a Bolsonaro. “Usted es un mentiroso y bandido”, le respondió su rival. Lo hicieron ante millones de televidentes en el último debate antes del balotaje del domingo 30 de octubre. El clima de acusaciones e insultos dominó gran parte de la campaña presidencial en Brasil. Y sus ecos siguen resonando después del triunfo del candidato de izquierda ante el actual mandatario.
La violencia verbal, un terreno en el que se siente cómodo el exmilitar Jair Messias Bolsonaro y que aceptó pisar el exsindicalista Luis Inacio Lula Da Silva, ocultó finalmente el verdadero debate de esta contienda: cuánto importa hoy preservar los valores democráticos en Brasil.
¡La democracia está de vuelta!”, proclamó Lula al celebrar su apretadísima victoria electoral, que a los 77 años lo llevó por tercera vez a la presidencia. Fue la estocada final contra su archirrival, cuyos modos autoritarios —y su amenazante alianza con las fuerzas armadas— hicieron temer a muchos por la salud democrática del gigante sudamericano. Un temor que, al cierre de este artículo, no se había disipado del todo.
“En el proceso electoral brasileño prevaleció la democracia y la voz de la soberanía popular”, evaluó para CONNECTAS la coordinadora de la misión de Observación Electoral de Brasil Ana Claudia Santano. Para ella, “no hay evidencias de que el sistema electrónico de votación no cuente con integridad”, como habían insinuado desde el bolsonarismo antes de la votación y aseguraron algunos seguidores de Bolsonaro que salieron a las calles a protestar por el resultado.
“Fui tildado de antidemocrático, pero siempre jugué dentro de la causa de la Constitución”, aseguró por fin el propio Bolsonaro en sus primeras palabras tras la elección, las que pronunció recién dos días después de conocidos los resultados. En ese breve discurso no reconoció la derrota ni mencionó a Lula, el veterano político que abraza los valores de la democracia en una región en la que varios de sus pares giran peligrosamente, o ya se instalaron, en los extremos de la autocracia.
Tanto presidentes demócratas como los autoritarios saludaron la resurrección del líder del Partido de los Trabajadores, que llegó a estar 580 días en prisión durante el mandato de Bolsonaro. La mayoría lo hizo desde la izquierda política o “progresista”, como prefieren llamar muchos a esta nueva ola de mandatarios latinoamericanos que no provienen del liberalismo, como Alberto Fernández (Argentina), Gabriel Boric (Chile), Andrés Manuel López Obrador (México) y Gustavo Petro (Colombia). Ellos gobiernan las cinco principales economías de América Latina, por primera vez simultáneamente en manos de líderes de izquierda.
Los cinco representan la versión democrática de una tendencia que tiene su contraparte autoritaria en Nicaragua, Cuba y Venezuela. Sus presidentes (Daniel Ortega, Miguel Díaz Canel y Nicolás Maduro, respectivamente) también celebraron al ganador de las elecciones brasileñas.
La “mancha roja”, como llamó el mandatario derechista uruguayo Luis Lacalle Pou a este giro a la izquierda en la región, incluye también a los gobiernos de Perú, Bolivia, Honduras y República Dominicana. Pero no se trata de un rojo uniforme, porque bien sabemos que entre estos líderes hay visibles diferencias.
A este dispar escenario izquierdista llegará ahora Lula, convertido en el señor mayor que llega a poner orden en la casa que algunos han alborotado. Hombre caracterizado por su pragmatismo, ya dio señales de que dialogará con todos: así como habló por teléfono con Díaz Canel y Maduro, también lo hizo con el presidente estadounidense Joe Biden.
Al analizar este comportamiento, el politólogo brasilero Marco Bastos dice que “como jefe de Estado no elige a sus interlocutores, sino que se sienta a negociar y buscar soluciones comunes para los latinoamericanos con los gobiernos, sean de derecha o de izquierda”. Recuerda que desde la derecha también felicitaron el triunfo electoral de Lula Guillermo Lasso (Ecuador), el mencionado Lacalle Pou y el ex mandatario argentino Mauricio Macri. Ellos no ignoran que el próximo presidente de Brasil para ganar “tuvo que conquistar a un votante centrista pero conservador”, dice Bastos. Por lo que no será tan fácil para él mostrarse, como hizo Petro, tan cercano a Maduro hablando de una mayor integración política y económica.
Más allá de la victoria de Lula, en el escenario internacional Bolsonaro quedó como el “malo de la película” y solo parece quedarle el apoyo de su clon estadounidense, Donald Trump. Sin embargo, como destaca Scott Morgenstern —director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh—, “el 49% de votos que recibió Bolsonaro no significa que el pueblo brasileño haya rechazado el populismo. Tal vez sí ha contenido su avance, al menos por ahora”.
Es que los resultados de la elección confirmaron lo que se preveía: Brasil está partido a la mitad. Y a diferencia de sus dos primeros mandatos, Lula deberá gobernar en un contexto muy diferente y adverso. Internamente, con un Congreso dominado por el conservadurismo y con el bolsonarismo como minoría más fuerte. Además, su partido sólo controlará 10 de las 27 gobernaciones del país. Y en el flanco externo, deberá lidiar con una recesión mundial en medio de las bombas rusas que estallan en Ucrania y sin la demanda de materias primas chinas que durante su primer período generó un boom económico que sacó a millones de brasileños de la pobreza.
“No va a ser un gobierno fácil”, admite Desiree Salgado, académica de la Universidad de Paraná (Brasil) que fue candidata a senadora en estas elecciones por el Partido Democrático de los Trabajadores (PDT). “Va a haber mucha resistencia y mucho que recuperar tras cuatro años de destrucción de las instituciones, de la confianza y del campo democrático”, agrega.
Para Salgado, a quien derrotó en las urnas nada menos que Sergio Moro (el juez que envió a prisión a Lula por el caso Lava Jato y luego terminó como ministro de justicia de Bolsonaro), el nuevo presidente influirá en América Latina en la “construcción colectiva de soluciones con una amplia coalición en el campo democrático”. Esto implica “un realineamiento de la posición de Brasil en instituciones como la Celac y la Unasur”, que fueron ninguneadas por Bolsonaro.
Sin embargo, para Bastos los países de la zona tienen poco para ofrecer a Lula en términos económicos: “Brasil siempre tuvo la autoimagen de ser un país líder en América del Sur, como un hermano mayor por su tamaño. Pero más allá de armar un bloque político, no veo que se pueda hacer mucho dada la situación económica complicada que tienen los países de América Latina”.
Bastos cree que Lula sí puede aprovechar a sus aliados latinoamericanos en lo que llama “diplomacia climática”. Como destacó en su discurso triunfal del 30 de octubre, el mundo necesita “una Amazonía viva”, un mensaje sintonizado con la agenda ambiental que ya plantearon Petro y Boric. “Lula puede participar con ellos del debate climático global desde el sur, desde América Latina, planteando el tema de financiación de políticas de cambio climático”.
Y por sobre todo esto, el hombre que volverá al Palacio de Planalto puede erigirse en un abanderado de la democracia en momentos en que los valores republicanos están siendo cuestionados, y no solo en nuestra región. Más que un izquierdista clásico, el líder del PT es un socialdemócrata que gracias a la popularidad mundial que alcanzó durante sus dos primeros gobiernos sigue teniendo influencia contra los autoritarismos. Y así como no dudó en cuestionar durante su campaña los métodos de Daniel Ortega en Nicaragua, puede ahora servir como el mejor antídoto contra otros populismos de signo diferente, como el de Nayib Bukele en El Salvador.
“Es fácil entender que los votantes no estén interesados en abstracciones como la democracia. Quieren una vida mejor, con estabilidad y oportunidades”, reconoce Morgenstern. Para este experto, la elección de Lula en Brasil implica ante todo un respaldo a los valores democráticos: “La democracia es algo que debemos valorar porque las alternativas, ya sea el populismo o el autoritarismo, son peligrosos para cualquier sistema”.
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