Laura Plazas Universidad de la Sabana
Estas dos pasiones abrieron un camino lleno de historias para esta joven que a sus 23 años se coronó campeona en la categoría de equipos en el Mundial de Bolos Femenino de Las Vegas, a finales del 2019. Tiene claro que este deporte es su vida.
Desde muy pequeña, alentada por su padre, un empresario amante del golf y el squash, Plazas ha estado vinculada al mundo del deporte. Fútbol, squash, tenis y golf fueron las disciplinas que practicó antes de llegar al boliche, por una de esas casualidades de la vida.
Sus ojos negros se fijan en los bolos y en la trayectoria de la bola de 15 libras, un tamaño considerable para una persona de 45 kilogramos de peso y 1,56 metros de estatura. Es meticulosa en cada detalle. Recoge siempre su cabello negro ondulado, que llega a su cintura, con una cola de caballo y una trenza para que ni siquiera el pelo sea una distracción:
“Siempre trato de estar muy concentrada, aún en los entrenamientos. No pierdo el objetivo de vista ni un solo instante”, dice.
Aunque tiene 23, aparenta unos 16 años. Cuando se dispone a lanzar, sus piernas delgadas avanzan por la pista de madera y hacen un movimiento preciso y coordinado, como si se tratara de una coreografía de ballet. Su brazo derecho hace que la bola salga con fuerza y con efecto. Es su estilo. Generalmente, hace moñona.
“Mi tiro es de los más potentes del equipo. Tengo mucha fuerza en mi muñeca a pesar de mi contextura liviana. Mis compañeras al principio se asombraban de eso y siempre ha sido una de mis cualidades principales en los torneos”.
Jugar bolos es lo que más disfruta en la vida y se lo toma muy en serio: “Yo soy muy competitiva. Me gusta mucho lo que hago y me preparo disciplinadamente antes de cualquier torneo. Todo el tiempo tengo un nuevo reto y para eso es necesario estar en la mejor forma, perfeccionar la técnica y tener claro el objetivo”.
La primera etapa
Desde muy pequeña Plazas sabía que sentía algo especial por los deportes, pero su historia no inició con los bolos, la puerta de ingreso al escenario deportivo fue con el golf. A sus 9 años, ya había jugado algunos torneos interclubes y sus padres pensaron que, por su interés y constancia, terminaría dedicándose al deporte de los 18 hoyos.
Sin embargo, ese mismo año que algo inesperado sucedió. “Hubo una inundación en la sabana de Bogotá. Fue cuando tuvimos una temporada de lluvias terrible y entonces se inundó el campo de golf. Yo siempre iba a ver cuándo me dejaban salir a jugar pero no paraban los aguaceros y entonces cancelaron los entrenamientos por mucho tiempo”.
En vista de esto, Plazas pasaba el tiempo en la bolera del club donde entrenaba. Allí jugaba con su padre para entretenerse esperando que el clima mejorara y pudiera así retomar sus prácticas de golf.
“Fue en esa época cuando conocí a Humberto Zambrano. Él me vio y fue el primero que me llamó a lanzar bolas y me dio las bases. Ahí me fui encariñando. Habían pasado solo unos cuatro meses y me invitó a jugar en un torneo interclubes. Me dijo que fuera porque era una experiencia muy bonita para los niños”.
Zambrano, finalmente, llevó a Plazas a ese torneo sub 10. “Recuerdo que mis papás compraron unas rifas para que no me fuera sin ningún premio, porque decían: ‘Pobrecita la niña, su primer torneo y qué tal le vaya mal. Por lo menos que se lleve alguna rifa’. Entonces, pasé el torneo y gané en todas las categorías: individual, dobles, parejas, todo evento y mayor línea. Ese día no solo me llevé los trofeos sino también todos los premios que me compraron mis papás. ¡Estaba feliz!”.
Lo siguiente para Plazas fue unirse a la Selección de bolos de Bogotá y con ellos jugó su primer torneo nacional en el cual fue la sorpresa del evento. “Desde ese momento, mi mamá se convirtió en mi mánager. Ella conseguía los cupos en las competencias y se encargaba de todos esos procesos. En sí, mis papás me pagaban todo y me llevaban a todo lado. Siempre me han apoyado mucho”.
Plazas siguió practicando y avanzando en las diferentes categorías a medida que iba creciendo. Estuvo algunos años en la selección juvenil en la que su camino estuvo marcado de títulos, medallas y trofeos.
“Recuerdo mucho un panamericano que jugué en Panamá, en el 2015, en el cual quedé campeona. Fue el primer oro juvenil en esta competencia que tuvimos en equipos, en dobles y en la categoría de todo evento. Fue muy emocionante porque estábamos muy reñidas con Estados Unidos y todo se fue para definirlo en el último tiro, que era el mío”.
Los aviones
Gracias a los bolos, Plazas logró conseguir una beca en Estados Unidos para estudiar. Apenas tenía 16 años y acababa de graduarse del colegio Los Portales, en Bogotá. “Quise seguir el ejemplo de mis compañeras del equipo. Todas estudiaron en Estados Unidos y quise ir a la Universidad de Wichita State, en Kansas, ya que allí han estudiado las mejores jugadoras del país y ellos tienen el mejor récord nacional de bolos en Norteamérica”.
Al llegar a Kansas, Plazas tuvo una entrevista con el entrenador en jefe de la Universidad. De inmediato se sintió a gusto, el recibimiento fue muy acogedor. El sol cubría todo el campus y el verano estaba en todo su esplendor. Por el momento, para ella todo estaba perfecto. Solo pensaba en los bolos y en el nuevo equipo en el que estaría.
Luego el entrenador le preguntó algo clave: qué carrera iba a estudiar. “Yo no había pensado en nada. Solo sabía que me gustaban los números y la única respuesta que pude decir fue: ‘¡Una ingeniería!’ El entrenador entonces me dijo que cuál ingeniería y ahí me corchó”.
Previamente, la universidad le había enviado a Plazas un folleto con las carreras ofertadas por la institución. Ella lo había revisado, pero no le prestó mucho cuidado. Su interés estaba en los bolos. Entonces, cuando debió darle una respuesta al entrenador y escoger, llegó la solución como del cielo. Los aviones. “Lo primero que dije fue: ¡civil! A lo que de inmediato el entrenador me respondió que no ofertaban esa carrera. ¡Quedé como un zapato! Se notaba que no había revisado el folleto. Entonces le dije que iría a la facultad y allí vi algo que me gustó. Ingeniería aeroespacial”.
Los primeros años fueron sencillos. Su educación en Colombia le había otorgado buenas herramientas que la hicieron destacarse en lo académico y esto le ayudaba para darle tiempo a las competencias de bolos con la universidad.
“Hasta segundo año, yo iba volando. Veíamos cosas básicas con los de mecánica y otras carreras. Ahí me di cuenta que nuestra educación es muy buena porque yo sabía de álgebra, de trigonometría, física y química. En cambio, en Estados Unidos, si tú ibas a estudiar arte, por ejemplo, no te daban química. Entonces la gente llegaba muy perdida. Luego de ese año, ya empezamos con los aviones”.
El gusto de Plazas por estas aeronaves proviene de los diferentes viajes que ha hecho gracias a los bolos. Llegar en tan corto tiempo a un destino lejano, las alas, el tamaño, volar… son cosas que admira. No le llaman la atención ni los cohetes ni los satélites. Así que no le resultó difícil definir su proyecto de grado. “Diseñé y construí un avión a control remoto desde cero. El avión tenía una misión y era reforestar la tierra. Así que con mi equipo tuvimos que fabricar cada pieza y calcular cada detalle”.
El último año de la Universidad no fue fácil. Todo giró en torno al proyecto de grado. “Tuve que tomar un año extra para jugar con el equipo de bolos y, posteriormente, dedicar todo el tiempo para construir el avión. Trabajamos muy duro pero al final fue muy gratificante. Ver cómo volaba y cómo cumplía la misión fue algo que me gustó mucho”. Plazas se graduó como ingeniera aeroespacial y terminó el ciclo de competencias con el equipo de bolos de Wichita State. Así, cumplidos sus objetivos en Estados Unidos, volvió a Colombia, en el 2018, para cumplir un nuevo reto.
La etapa mundial
Ya en la categoría de mayores, Plazas fue escogida para ir al mundial de bolos a representar a Colombia con la selección femenina. “Ya veníamos consolidando un muy buen equipo. Los Suramericanos, Panamericanos y Centroamericanos que habíamos disputado antes nos habían servido para conocernos con mis compañeras. Ya éramos potencia y eso nos daba mucha confianza”. Plazas y su equipo llegaron a Las Vegas en agosto de 2019 para disputar el campeonato.
“Comenzamos las prácticas oficiales y habían delegados de otros equipos mirándonos. Ahí vimos que nos tenían respeto. Nosotras hicimos una estrategia y teníamos las cosas claras. Elegimos las bolas que usaríamos y vimos los detalles de la pista”. Inició el primer día de competencia en la categoría de individuales. “Arranqué la primera línea muy mal, cometí unos errores tontos pero tenía muy buen tiro. Tanto así que al final logré un buen resultado”.
Pasaron los siguientes días y se disputaron las competencias en las categorías de dobles y ternas en las que se lograron algunas medallas. Finalmente, llegó el día de la competencia por equipos.
“Iniciamos bien y terminamos la primera ronda de segundas, detrás de Estados Unidos. A la final del mundial solo entraban 4 equipos de 34 países, eran dos rondas para la clasificación y la presión era muy grande. En la segunda ronda nos relevaron al tercer puesto. Luego, descendimos al quinto lugar y parecía que no lo lograríamos. Todo se definió en los últimos tiros y, finalmente, clasificamos de cuartas a las finales”.
Los equipos que clasificaron fueron Estados Unidos, México, Suecia y Colombia. Se disputaron las semifinales y las colombianas y las suecas clasificaron a la final.
“Fue muy emocionante. Para la última línea ya llevábamos ventaja y ahí comenzamos a llorar, ya sabíamos que el título era nuestro. Fuimos el primer oro del país a nivel mundial en equipos. Ese día creo que no lo voy a olvidar nunca. El camino para llegar ahí fue muy arduo pero lleno de buenas experiencias. Pienso en lo que he hecho y sé que los aviones me gustan pero, definitivamente, los bolos son mi pasión”.